El Gran Proyecto de la Segunda República


Pierre Theilhard de Chardin reflexionaba: “ nuestro mundo moderno ha sido hecho en menos de diez mil años; en doscientos ha cambiado mas rápidamente que en el curso de todos los milenios precedentes. En el fondo son los utopistas quienes tienen, desde el punto de vista científico la razón ; ellos al menos tienen el sentido de las verdaderas dimensiones del fenómeno humano”. En ese marco de utopías, al que prefiero definir como planificación marcadamente progresista en lo político, social y económico, hoy se cumplen ya, 23 años de la idea y determinación mas importante de los últimos 50 de vida del país, cuando el entonces presidente de los argentinos Dr. Raúl Alfonsín, el 1º de mayo de 1986 anunciaba ante la Asamblea Legislativa Nacional, el proyecto de traslado de la Capital Federal al sur del país, mas precisamente al espacio territorial delimitado por la ciudad de Viedma (provincia de Río Negro) y Carmen de Patagones (provincia de Buenos Aires), en los fundamentos el entonces primer mandatario argumentaba: “se trata de una parte de un programa integral dirigido a producir un desarrollo equilibrado y equitativo de las distintas regiones del país, propendiendo a la materialización genuina del federalismo y a la descentralización del poder político, económico y social. Es una resolución orientada en parte a resolver el viejo desequilibrio histórico entre las provincias y la urbe porteña y a cumplir en parte la tarea tan largamente demorada de ocupar humana y económicamente nuestros espacios (vastos y despoblados) australes.

El “avance hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío” permitirá explorar las inmensas riquezas allí situadas, en beneficios del país; ello nos hará tomar conciencia de que debemos ser un pueblo oceánico, de cara al Atlántico, tanto en el campo productivo como energético y en el de la investigación científica. Ese traslado se inscribe dentro de un plan general de desarrollo patagónico que debe incluir también las obras de infraestructura necesarias para el asentamiento de nuevas poblaciones”.

Se sintetizaba allí la convicción de hacer realidad el federalismo establecido en la Constitución Nacional, de comenzar a modificar el esquema económico nacional con centro neurálgico en el puerto, que hicieron de Buenos Aires una ciudad-estado, como lo fueron en la historia las grandes metrópolis, autosuficientes, avasalladoras y dominantes, que no constituían esencialmente capitales políticas y resumen de las instituciones del Estado, sino un centro monolítico centralizador, al decir de Arnaldo Soler en su libro : El traslado de la Capital. Pero ya se manifestaba al respecto Ortega y Gasset (1937) cuando sostenía el concepto de que mantener la estructura de una ciudad-estado, es promover “ un centro que manda y una periferia que obedece, pero con una relocalización ( en nuestro caso de la Capital) existirá un gigantesco cuerpo social, donde cada elemento sea a la vez sujeto activo y pasivo del estado...Tal es el Estado moderno”.

La decisión del gobierno era de alentar la expedición civil y pacífica a la Patagonia, bajo la forma de un gran esfuerzo nacional, que permitiera la reafirmación de nuestra soberanía en esa región. Se trataba de poner en marcha el desarrollo integral de la Patagonia en forma sistemática ya que la misma posee una tendencia natural al crecimiento, pero que hasta ahora careció de un plan y apoyo financiero para realizar la transformación, incrementando su población y explotando racionalmente sus diversos recursos. Precisamente la Patagonia con sus 786.632 Km2 abarca la tercera parte del país continental y tiene una superficie equivalente a la de Francia y a la mitad de la Península Ibérica, pero su densidad poblacional es de 1,31 habitantes por Km2.la muestra como una región desprotegida y olvidada por autoridades nacionales que, muchos de ellos llegados del interior, quedan encandilados por las luces metropolitanas y circunscriben los objetivos de sus mandatos al mero cortoplacismo de apostar a los votos de Buenos Aires que les puedan brindar la posibilidad de alguna reelección, olvidando su procedencia provinciana y apoyando por acción u omisión la continuidad de un país unitario que aleja día a día las posibilidades ciertas del desarrollo del interior argentino. Si bien es cierto que el desafío asumía las características de ciclópeo, el plan contemplaba la cuantificación de los aportes, que son lo único que permite conocer las dimensiones del esfuerzo a realizar y la compatibilidad de las diversas formas de acción que se proponía desarrollar desde el Estado.

Uno de los principales economistas argentinos, el Dr. Raúl Prebisch, en su libro: Transformación y Desarrollo, la gran tara de América Latina, definía que “ una estrategia o un plan sin la formulación de una serie bien concertada de medidas de política de desarrollo, y la definición de los principales proyectos de inversión que lo sustentan, no pasaría de una simple expresión de aspiraciones, en muchos casos los obstáculos que se oponen a la planificación son los mismos que dificultan el avance de la concepción estratégica del desarrollo, por lo tanto es algo mas que la crisis de un método o de una técnica. La práctica nos ha demostrado que los responsables de la planificación no se han preocupado de que se formulara oportunamente una estrategia concreta y explícita susceptible de orientar la política de desarrollo, los planes respondieron muchas veces a lineamientos de largo plazo imprecisos y generales. Cuando un gobierno tiene definidos los lineamientos de una política de desarrollo, el planificador puede actuar dentro de un marco en que ubicar sus métodos y técnicas, pues la planificación es un instrumento para llevar a cabo con mas eficacia una estrategia, una política de desarrollo. Si ocurre lo contrario y la tendencia prevaleciente es mas inmediatista, la experiencia muestra que lo mas probable es que la planificación se convierta en un ejercicio al margen de la acción concreta del Estado. La elaboración de un plan lleva tiempo y un gobierno no puede esperar. Muchas veces se ha atribuido a esta dilación el fracaso de algunos intentos de planificación. Estado nacionales y provinciales han elaborado planes durante mas de una década, no es admisible que no puedan presentarse en plazos breves a los gobiernos, por lo menos el reconocimiento de los obstáculos principales al desarrollo económico y las alternativas para resolverlos”. Lo cierto es que para mal de los argentinos en general y de los patagónicos en particular, el proyecto, por causas de neto corte político partidario (pérdida de la mayoría en el Congreso del partido gobernante) no llegó a materializarce, dejando al desnudo el anacronismo de ideas existentes y la hipertrofia de evaluación de la clase dirigente que integraba la oposición, que nuevamente postergó otras de las posibles grandes realizaciones nacionales.

Esta es la semblanza de las frustraciones argentinas, pero en este caso quizá, la mas importante de los últimos tiempos.

Cdor. Enrique Carlos Mogensen
Ex Presidente UCR Bariloche (1983-1985)
Presidente UCR Línea Bariloche

28 de marzo de 2009

Enrique Carlos Mogensen


FUENTE: http://www.anbariloche.com.ar/opinion/opinion.php?opinion=343

Diseño Urbano

El diseño urbano está orientado a interpretar la forma y el espacio público con criterios físico-estético-funcionales, buscando satisfacer las necesidades de las comunidades o sociedades urbanas, dentro de una consideración del beneficio colectivo en un área urbana existente o futura, hasta llegar a la conclusión de una estructura urbana a seguir. Por lo tanto el diseño urbano realiza la planeación física en niveles de análisis como son la región, el centro urbano, el área urbana y hasta el mismo mobiliario urbano.

Tradicionalmente ha estado referida a una disciplina dentro del planeamiento urbano, de la arquitectura paisajística, o más contempráneamente vinculada con disciplinas emergentes como el urbanismo paisajístico. Independientemente del crecimiento de prominente de las actividades de éstas disciplinas, está mejor conceptualizada como una práctica de diseño que opera en la intersección de las tres, y por lo tanto, requiere de un buen entendimiento de otras implicancias, tal como economía urbana, economía política y teoría social.

La teoría del diseño urbano trata primariamente el diseño y la gestión del espacio público (como por ejemplo el ámbito público, el área pública, o el dominio público), y la forma en que los lugares públicos se experimentan y usan. El espacio público incluye la totalidad de los espacios usados libremente en el día a día por el público en general, como las calles, las plazas, los parques y la infraestructura pública. Algunos aspectos de los espacios de propiedad privada, como las fachadas de los edificios o los jardines domésticos, que también contribuyen al espacio público y son por lo tanto consideradas por la teoría del diseño urbano. Algunos de los escritores que abogado y tratado sobre esta disciplina son Gordon Cullen, Jane Jacobs, Christopher Alexander, William H. Whyte, Kevin Lynch, Aldo Rossi, Robert Venturi, Colin Rowe, Peter Calthorpe y Jan Gehl.

El diseño urbano es un campo íntimamente relacionado con el planeamiento urbano, pero se diferencia de éste, en el enfoque a las mejoras físicas del ambiente público, ya que en la práctica el planeamiento urbano se centra en la administración de la urbanización privada a través del planeamiento de esquemas y otros controles estatales de urbanización.


Principios del diseño urbano

Los espacios públicos están frecuentemente sujetos a la superposición de responsabilidades de múltiples agencias o autoridades e intereses de propietarios cercanos, así como los requerimientos de múltiples y a veces competentes usuarios. Por lo tanto el diseño, la construcción y la administración del espacio público, demanda la consulta y negociación entre una variedad de esferas. Los diseñadores urbanos raramente tienen el grado de libertad o control artístico ofrecido en otras profesiones del diseño como la arquitectura. Normalmente requiere de colaboración multidisciplinar con representación balanceada de los múltiples campos, incluyendo la ingeniería, ecología, historia local y planeamiento del transporte urbano.


El diseño urbano tiene en consideración los siguientes aspectos:

• Estructura urbana: Cómo los lugares se posicionan juntos y cómo las partes se interrelacionan unas con con otras.
• Tipología, densidad y sustentabilidad urbana: tipos de espacios y morfologías relacionadas con la intensidad de uso, consumo de recursos, producción y mantenimiento de comunidades viables.
• Accesibilidad: Proveer una opción fácil y segura para moverse entre los espacios.
• Legibilidad y guiamiento: Ayudar a las personas a encontrar el camino y entender cómo funciona el espacio.
• Animación: Diseñar espacios para simular actividad pública.
• Mezcla de usos complementarios: Locación de actividades que permiten interacción contructiva entre ellas.
• Caracterización y significación: Reconocer y valorar las diferencias entre un espacio y otro.
• Continuidad y cambio: localizar las personas en tiempo y espacio, incluyendo lo que respecta al patrimonio y el soporte para la cultura contemporánea.
• Sociedad civil: Hacer espacios donde las personas sean libres de encontrarse unas con otras como iguales cívicos, una componente importante en la construcción del capital social.


FUENTE: Wikipedia, la enciclopedia libre
http://es.wikipedia.org/wiki/Dise%C3%B1o_urbano

Urbanismo

El urbanismo es la disciplina que tiene como objetivo de estudio a las ciudades, desde una perspectiva holística enfrenta la responsabilidad de estudiar y ordenar los sistemas urbanos. El término actual concretizado -Urbanismo- procede del ingeniero español Ildefonso Cerdá. Es una disciplina muy antigua, que incorpora conceptos de múltiples disciplinas y un área de práctica y estudio muy amplia y compleja. Según algunos, sería una ciencia que se encuadraría dentro de las ciencias sociales (geografía, sociología, etc.) y, según otros, sería un arte, asociado tradicionalmente a la arquitectura, es decir, un conjunto de saberes prácticos que proporcionan las bases fundamentales para resolver los problemas de las ciudades; en esta dualidad se vislumbra el carácter descriptivo y explicativo del urbanismo como ciencia frente al carácter prescriptivo del urbanismo como arte, aunque ambos enfoques necesariamente se retroalimentan mutuamente.

La propia complejidad del objeto ciudad explica la complejidad de enfoques del urbanismo según se ponga el énfasis en la forma y disposición de la ciudad o en la dinámica de las actividades económicas, sociales y ambientales que se desarrollan en ella. El urbanismo actúa a diversas escalas, desde el diseño urbano, encargado de diseñar el espacio público y los elementos que lo configuran (desde la escenografía edilicia al mobiliario urbano), hasta la Planificación urbana, que define el modelo de desarrollo de la ciudad, pasando por la Gestión urbana, que define cómo se ejecuta lo planificado. La dimensión jurídica del urbanismo es muy importante, especialmente en su actividad de planificación urbana, ya que su ámbito de actuación incluye objetos con diferente status jurídico, como bienes comunales y propiedades públicas y privadas. De esta forma, los planes urbanísticos quedan normalmente supeditados a un marco legislativo específico sobre la propiedad del suelo y los derechos de uso asociados a los distintos regímenes de propiedad. En cualquier caso, el plan urbanístico siempre tiene un contenido que va más allá de lo jurídico, pues incorpora los elementos técnicos, políticos, económicos, sociales y ambientales que definen un proyecto de ciudad.


Historia

El urbanismo empezó siendo una teoría compleja que interesó desde el primer momento a los estudiosos de la ciudad, y acabó siendo una disciplina que reúne una suma de conocimientos sustanciales relacionados con la construcción y conservación de las ciudades y con el estudio de las relaciones socio-económico-ambientales que tiene lugar dentro del fenómeno urbano, de la que se ocupa actualmente una multiplicidad de profesionales: abogados, arquitectos, economistas, geógrafos, ingenieros, sociólogos, y de forma exclusiva los urbanistas.

Hipodamo de Mileto (considerado por muchos el primer urbanista de la historia) hizo el plan urbanístico de El Pireo, el puerto de Atenas, sobre una cuadrícula que ahora se conoce como hipodámica, y que se ha repetido multitud de veces. Nerón también se comportó como un urbanista cuando, tras el incendio de Roma, hizo reconstruir la ciudad sobre un plan distinto del trazado original.

Felipe II recoge varias ideas urbanísticas en las leyes de Indias, cuando trata de la construcción de nuevas ciudades en el Nuevo Mundo (proceso en el que España llevó a cabo una de las mayores creaciones de ciudades de nueva planta de la historia). Desde el siglo XV en toda Europa también se fundan ciudades, aunque probablemente, en la mayoría, la idea directriz era más demostrar el poder del monarca que hacer ciudades útiles, lo que no quita para que haya unas cuantas de gran belleza.

A iniciativa del Instituto Superior de Urbanismo de la Ciudad de Buenos Aires, en 1949 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaro el 8 de noviembre Día Mundial del Urbanismo como fecha para recordar acciones necesarias para el bien común como el aumento de parques y zonas recreativas, la remodelación de algunas áreas ciudadanas, la terminación de obras de desarrollo urbano, la descongestión de zonas superpobladas y aquellas medidas que disminuyan la contaminación del aire y del agua. Esta fecha es el inicio de diversas iniciativas para el desarrollo urbano sostenible y un hito para las celebraciones de los urbanistas de todo el mundo.

Rebasando el marco en el que por etimología y definición estaba constreñido el urbanismo –la ciudad-, hoy es una disciplina de objetivo mucho más amplio y se utiliza para la ordenación integral del territorio. El urbanismo, sinónimo de planificación y ordenación, se ocupa de proporcionar modelos territoriales sectorializados, donde cada uno de esos ámbitos tiene asignado un desarrollo acorde con sus aptitudes. Así, habrá unos suelos netamente urbanos, otros urbanizables, esto es, susceptibles de llegar a ser urbanos cuando las necesidades de crecimiento y expansión lo determinen, y, por fin, suelos no urbanizables sin ninguna expectativa de evolución hacia espacios cívicos.

Origen y significado del término Urbanismo

El término "urbanismo" procede de la palabra latina urbs (‘ciudad’), que en la antigüedad se refería por antonomasia a la capital del mundo romano, Roma. Aparece por vez primera en el diccionario de la Real Academia Española en 1956, donde se define como “conjunto de conocimientos que se refieren al estudio de la creación, desarrollo, reforma y progreso de los poblados en orden a las necesidades de la vida urbana”. Es claro que la idea de poblado no se ajusta a la dimensión actual del urbanismo, siendo la idea de ciudad, en el sentido moderno del término, la que se adecúa más al campo de esta disciplina.

Aunque el término urbanismo se utilizó inicialmente para designar todos los fenómenos de ordenación urbana, a medida que el fenómeno constructivo y edificatorio ha traspasando el espacio propiamente urbano, dicho término ha sido desplazado en la práctica por el de Ordenamiento territorial cuando se quiere hacer referencia a intervenciones en suelos extra urbanos, donde entran en juego intereses supralocales protegidos desde instancias públicas superiores: defensa nacional, carreteras, medio ambiente, etc. En España, el término Ordenación del Territorio se emplea también para la planificación en ámbitos supramunicipales, en los que generalmente existen relaciones funcionales importantes entre los municipios y se aprecia la necesidad de coordinar los planes urbanísticos municipales.

En la actualidad el término urbanismo se aplica a la ordenación urbana; a todos los conocimientos relacionados con la construcción de ciudades o núcleos urbanos, y se distingue del término “urbanización”, el cual está, hoy en día, directamente relacionado con los procesos constructivos, pero no con la ordenación urbana. El término ordenación del territorio se utiliza, en cambio, para designar la actividad urbanística orientada a la planificación del suelo interlocal, desde una óptica más amplia de ordenación espacial, abarcando ámbitos de carácter rural.


La Profesión de Urbanismo

En el mundo desde hace varias décadas, el urbanismo se imparte en las universidades como disciplina liberal e independiente de otras profesiones. Podemos encontrar más de 100 universidades de distintos países, que brindan esta carrera universitaria empleando denominaciones como: Urbanismo, Licenciatura en Urbanismo, Ingeniería Urbana, Planeamiento Urbano, Planificación de Ciudades, Topografia urbana, entre otros. En Latinoamérica la primera carrera de urbanismo a nivel licenciatura se implantó en la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, luego la carrera se implementó en México, Perú, Colombia, Argentina y Brasil. El caso europeo es liderado por Holanda y Francia y en América del Norte por Canadá.

No obstante, aún perdura la formación de urbanistas como una especialización al nivel de postgrado de disciplinas afines, tales como la Arquitectura, la Ingeniería Civil, la Sociología, la Economía, el Derecho y la Geografía, entre otras


FUENTE:
De Wikipedia, la enciclopedia libre
http://es.wikipedia.org/wiki/Urbanismo

Dividir la Provincia de Buenos Aires

Por José Eseverri y Andrés Malamud


La Provincia de Buenos Aires es la unidad federada más hipertrofiada del mundo.

Con treinta y seis por ciento de la población total del país, excede en términos absolutos a sus similares brasileña (San Pablo, veintidós por ciento), alemana (Renania del Norte-Westfalia, veintidós por ciento) y estadounidense (California, doce por ciento).

Peor aún: la desproporción bonaerense entre población y cantidad de provincias sobre veinticuatro provincias, cada una equivale a cuatro por ciento es de nueve a uno. En tanto, la desproporción de California es de seis a uno, la de San Pablo de cinco a uno y la de Renania de cuatro a uno. A juzgar por el déficit o bancarrota de Buenos Aires y California, el gigantismo no ha tenido efectos positivos. Y sin embargo, la hipertrofia bonaerense rara vez aparece en la agenda de quienes promueven la reforma política, quizás porque intuyen que los defensores del status quo son demasiado poderosos.

La Provincia elige 70 diputados nacionales y, si se cumpliera la Ley 22.847 en función del Censo 2001, debería elegir 86, mientras ningún otro distrito debería superar los 20.

Semejante desigualdad entre entidades políticas formalmente iguales atenta contra el espíritu de la Constitución. Resulta necesario estudiar alternativas para reorganizar territorialmente a la Provincia. Porque es en ella donde se localiza la mayor parte de los problemas diagnosticados respecto de la política, como la sobrerrepresentación legislativa, las llamadas “listas sábana” y la distancia entre ciudadanos y administración.

Alternativas de reforma

La recuperación del equilibrio federal requiere la división de Buenos Aires.

Para ello no hace falta reformar la Constitución.
Si se divide en dos, la línea demarcatoria natural se ubicaría entre la provincia metropolitana, constituida por el gigantesco conurbano que rodea a la Capital Federal, y la provincia interior, caracterizada por una superficie mucho mayor pero menos poblada.

Así, la provincia metropolitana (o urbana) contaría con 8.500.000 habitantes, mientras la provincia interior (o rural) albergaría a los 5.000.000 restantes.

Alternativamente, y para disminuir aún más el gigantismo del conurbano, éste podría subdividirse en dos distritos que se repartieran equitativamente la población.

Los actuales habitantes bonaerenses se convertirían, de este modo, en ciudadanos de tres nuevas provincias, cuyas autoridades estarían más cerca y serían más accesibles.

La homogeneidad de las nuevas provincias tornaría razonable la instalación de legislaturas unicamerales en cada una de ellas, ya que no existirían desequilibrios demográficos o territoriales que compensar.

A la vez, unidades más pequeñas facilitarían el proceso de descentralización hacia los municipios, que asumirían mayores atribuciones de recaudación y gestión sin prescindir de la coordinación provincial. Por último, los partidos políticos se beneficiarían ante la posibilidad de regenerar sus vínculos con la sociedad a partir de un proyecto colectivo: la construcción de una nueva entidad política.

Estrategias de reforma

Para llevar a cabo una reforma institucional no basta con elaborar un bonito programa: la posibilidad de implementarlo es tanto o más importante que la perfección de su diseño. Ello se debe a que los cambios afectan diversamente a diferentes actores. Cuando algún actor con poder para vetar la reforma considera que ésta lo perjudica, es necesario procurar compensaciones que eviten su bloqueo o alianzas que superen sus fuerzas. En el caso en cuestión, los afectados son muchos y sería ingenuo menospreciarlos.

Los más perjudicados por la división de Buenos Aires son, por un lado, los aparatos provinciales de los dos grandes partidos, y por el otro, los sectores ineficientes de la administración pública central.

Ninguna reforma es viable si atenta contra los intereses de quienes deben decidirla e implementarla, por lo que la hipótesis de enfrentar en bloque a los partidos y a la burocracia es irrealizable. Pero es posible encontrar aliados en el interior de los dos sectores.

Dentro de cada partido existen importantes sectores y dirigentes que podrían beneficiarse con la división provincial.

En primer lugar están los intendentes, sobre todo los justicialistas del conurbano y los radicales del interior.

En ambos casos, estos representantes suelen percibir que los aparatos partidarios provinciales los utilizan para juntar votos, pero no los consideran a la hora de armar las listas de candidatos o definir políticas de gobierno. A su vez, hay honestos dirigentes intermedios que verían sus carreras políticas desbloqueadas si pudieran competir en distritos de dimensiones razonables, en los que el gigantismo no obstruyera a quienes no controlan el aparato.

También el gobierno nacional resultaría beneficiado por la reforma, ya que la concentración de poder bonaerense pende desde el siglo XIX como espada de Damocles sobre las autoridades federales.

Aunque los más beneficiados serían, sin duda, los ciudadanos: los bonaerenses, porque recuperarían la capacidad de controlar a sus gobernantes y administradores; y los demás argentinos, porque sus provincias ya no serían de segundo orden en el esquema federal.

Por ello, los ciudadanos constituyen aliados indispensables de una causa que, para ser exitosa, necesita también de los políticos. De nuevos políticos.