"Cuando Alfonsin convoco a marchar hacia el Sur, el Mar y el Frio para trasladar la Capital a Viedma - Carmen de Patagones - Guardia Mitre"

Por Carlos Espinosaperfiles@rnonline.com.ar



Hace apenas 20 años. El 16 de abril de 1986 el presidente de la Nación Raúl Alfonsín anunció desde los balcones del Ministerio de Economía el proyecto nacional más ambicioso de la segunda mitad del siglo XX. La propuesta del traslado de la Capital Federal al eje interurbano compuesto por Viedma, Carmen de Patagones y Guardia Mitre se convirtió así en un tema de intensa difusión y polémica, pero sin el análisis profundo que hubiese merecido.

En aquel cálido mediodía otoñal del 16 de abril de 1986, Alfonsín no improvisó su discurso ante la población patagónica expectante de sus palabras. Contra lo que era su costumbre leyó un texto medular y preciso que, según alguna fuente, le fue preparado especialmente por el sociólogo Juan Carlos Portantiero. En una especie de conferencia magistral ofreció varias explicaciones acerca de la conveniencia del proyecto de relocalización de la Capital y, sobre todo, fundamentó la necesidad de redescubrir un país interior, olvidado por varias generaciones de argentinos.



Dijo Alfonsín: "Es indispensable crecer hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío, porque el sur, el mar y el frío fueron la señales de la franja que abandonamos, los segmentos del perfil inconcluso que subsiste en la Argentina". Esas reflexiones cayeron en saco roto. La tormenta mediática y política que se desató en el país no se caracterizó, precisamente, por el desarrollo de las ideas.



Se supone que Alfonsín preparaba con su entorno más cercano y el gobernador rionegrino Osvaldo Alvarez Guerrero el anuncio del proyecto de traslado para el 22 de abril de 1986, en coincidencia con el aniversario de la fundación de Viedma y Carmen de Patagones. Pero el domingo 13 de abril la noticia fue destapada, como una verdadera primicia, por el diario Clarín en su primera plana.


El periodista Omar Livigni, que por entonces era corresponsal del influyente medio porteño, hace cuatro años reveló en una nota para Noticias de la Costa algunos entretelones de aquel acierto periodístico.

Se refirió a "un conjunto de indicios que se venían gestando durante febrero y marzo en el mayor sigilo, pero que posibilitaron conocer de qué se trataba. Entre ellos una reunión en Viedma, en el domicilio del vecino Alberto Andría, donde el gobernador Osvaldo Alvarez Guerrero dejó trascender el proyecto de traslado y las tareas de relevamiento que se encontraban efectuando los arquitectos Riopedre y Bacigalupo (designados por la Presidencia de la Nación), sus equipos técnicos y otras precisiones".

Recordó Livigni que el mandatario provincial le pidió que guardara reserva sobre el tema, pero él, cumpliendo con su deber periodístico, remitió al diario una nota que la redacción decidió guardar en un cajón hasta que hubiera alguna confirmación oficial.



Pasaron varias semanas, con la natural ansiedad del colega, hasta que aquel domingo 13 el Clarín sorprendió a todo el país. Entre los sorprendidos -por la filtración noticiosa- estaba el propio Alfonsín.



Una llamada inesperada y una respuesta con humor



En la lluviosa noche de esa ajetreada jornada el Presidente quiso ubicar al gobernador rionegrino, tal vez para recriminarle el adelantamiento periodístico de los hechos. El teléfono sonó en la residencia de la avenida 25 de Mayo y atendió uno de los hijos adolescentes del mandatario.

Según algunos testigos, el diálogo fue más o menos así.

"¿Está el doctor Alvarez Guerrero?", preguntó el jefe de Estado, que llamó sin intermediarios y sin darse a conocer. "No, no se encuentra, todavía no llegó", contestó el hijo del gobernador, dado que su padre estaba de viaje de regreso desde Buenos Aires. "Bueno, en cuanto llegue dígale que se comunique conmigo", agregó la voz en el teléfono. "¿Quién habla?", quiso saber el muchacho. "Aquí habla el doctor Alfonsin, ¿y allí quién es?", añadió el Presidente. "Ah, acá habla el general San Martín", replicó el joven, pensando que era una broma.



La reacción de la prensa nacional


Con el mismo tono de humor y ligereza, la prensa nacional abordó el proyecto de traslado de la capital sin más objetivo que poner en ridículo al presidente Alfonsín y presentar a Viedma y Carmen de Patagones como dos poblaciones paupérrimas, ubicadas en medio de la nada.

Durante un año y pico, hasta la promulgación de la Ley 23.512 aprobada por el Congreso Nacional en mayo de 1987, en forma periódica y regular llegaron a la Comarca contingentes de parlamentarios, dirigentes políticos, diplomáticos, periodistas y hasta algunas figuras de la farándula. Arribaban a media mañana, hacían una recorrida por las dos ciudades, escuchaban una charla en la casa de Gobierno y almorzaban; después -entre los bostezos de la siesta- los llevaban hasta el lugar donde se proyectaba el nuevo emplazamiento de la Capital (a 12 kilómetros, camino al mar) y los depositaban a media tarde en el aeropuerto para el regreso a Buenos Aires. Era tan mediocre el esfuerzo comunicacional que la respuesta posterior resultaba acorde, con comentarios como "Alfonsín está loco, en Viedma no hay nada de nada...".



Intentar comprender la frustración del proyecto



El periodista Jorge Repiso, de la revista Veintitrés, estuvo de paso por Viedma hace algunas semanas, recogiendo testimonios y tomando apuntes sobre el tema del proyecto frustrado del traslado. Su punto de vista se distancia de los apasionamientos localistas y, por eso mismo, puede ayudarnos a entender esta malograda parábola.

"En mi opinión, la idea fue excelente pero mal parida de entrada. ¿Por qué? Por empezar, Alfonsin tiró la bomba sin siquiera insinuar sus intenciones y no evaluó la respuesta de la gente, o bien dio por sentado que la propuesta le iba a caer bien a todos, sin excepción. Aquí se equivocó. Debió preparar tanto a los habitantes de la Comarca como a los de la Capital Federal y el Conurbano, y no hacer encuestas recién después del anuncio. Un proyecto de esta naturaleza no se lleva adelante sólo con leyes o con créditos internacionales. Por más que el dinero hubiese caído como lluvia, el hecho de romper una inercia de décadas no se subsana por este medio. Alfonsin, y creo que aquí también erraron sus asesores, se cortó solo, sin convocar a los gobernadores nacionales de entonces para que lo acompañaran en el balcón de Viedma. Tenía el apoyo de influyentes políticos provinciales y hasta de gobernadores para hacerlo. Un solo integrante del Gabinete debió persuadirlo y tratar de imponer esa variable.

Así como existió un plebiscito para decidir qué hacer con las islas del Canal de Beagle, también debió haber una consulta popular para ver qué posibilidades tenía el Gobierno democrático de empeñarse en un plan que no era ni económico coyuntural, ni quedaba en una reforma constitucional. Se trataba, nada menos, que de cambiar el país en el sentido real de la palabra", opinó Repiso, como balance de su análisis del tema.


Agregó que "durante mi estadía en Viedma-Patagones, traté de bajarme de los números, la política, la historia y las polémicas. Y conversé con mucha gente para ver qué se vivía en aquel momento. Creo que se sorprendieron y nadie pudo decirme, no sé si por el paso del tiempo o porque realmente lo sentían así, el estado de ánimo en particular y en general. Puedo casi asegurar que la gente, muy en el fondo, no quería un cambio en su estilo de vida. Se sintieron protagonistas y dejaron de ser parte de una geografía olvidada por un momento. No creo que se hayan lamentado cuando todo cayó en el olvido.


Sigo creyendo (y perdón por la primera persona) que es un verdadero proyecto de país indistintamente de quien lo lleve adelante, y eso que soy porteño, y porque el fondo de mi porteñidad, de sólo pensarlo, me genera cierta incertidumbre sobre qué pasaría en este Buenos Aires tan protagonista de todo, si las decisiones no salieran desde las veinte o treinta manzanas del centro. Las encuestas llevadas a cabo por el Gobierno en Capital y el Gran Buenos Aires avalan este sentimiento".



Muy poco nos quedó, en definitiva



¿Qué nos quedó en Viedma y Patagones como cosa concreta tras el apogeo y crisis de la mentada iniciativa? Un montón de viviendas que ofenden al urbanismo y la condición humana, desagües pluviales y cloacales que vinieron muy bien, unas cuantas familias arraigadas entre nosotros (entre las muchas que vinieron con la ilusión de una nueva vida) y algunas anécdotas para contar.



Como aquélla de cuando se dijo que Alfonsín pretendía devolverle a Brasil las banderas tomadas como trofeos en marzo de 1827, en ocasión de la visita del presidente brasileño José Sarney, y casi se arma una revuelta popular en Carmen de Patagones.

En definitiva: un saldo muy pobre para semejante anuncio. Pero los historiadores académicos y los politólogos todavía nos deben el análisis de todo cuanto ocurrió entre abril de 1986 y septiembre de 1987, cuando la derrota electoral de la UCR clausuró para siempre la auspiciosa marcha hacia el sur, el mar y el frío.






El "clarinazo" que destapó la noticia

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