Nada impide el traspaso de la Capital

La ley del gobierno de Alfonsín no fue derogada: cualquier presidente la mudaría con un decreto



"Si en el ´99 la UCR ganara las elecciones, podría reflotarse el proyecto de traslado de la Capital a Viedma-Carmen de Patagones", dijo hace dos fines de semana Raúl Alfonsín.



Si quisieran hacerlo no tendrían ningún tipo de obstáculo, ya que la ley 23.512, sancionada el 27 de mayo de 1987, que autorizaba el traslado de la Capital, aún sigue formalmente vigente porque jamás fue derogada.



Luego de la sanción de la ley se redactaron 12 decretos que, por un lado, regulaban los mecanismos del traslado y, por el otro, se derogaban entre sí. Por ejemplo, el 1156, de 1987, que creaba al Entecap (Ente para la Construcción de la Nueva Capital) y le adjudicaba una partida presupuestaria, fue derogado por el decreto 1256, de 1989.



La que hoy parece una peregrina idea podría verse fácilmente concretada con la reglamentación de esta ley, para lo que no hay plazos, a través de una serie de decretos que, entre otras cosas, adjudiquen un presupuesto para tal fin y que trasladen los poderes públicos a esa región.



Alfonsín demostró su añoranza del macroproyecto de fundar "la Segunda República" cuando dijo que una de las cosas que no supo hacer fue trasladar la Capital. Y que si bien "aunque fuera en una carpa" debería haberse trasladado, decidió parar el proyecto "para que no fuera visto como una suerte de vanidad personal" cuando el PJ le quitó su apoyo a la idea.



No fue el primero



Pero Alfonsín no fue el primero en tener este tipo de sueños de grandeza. Antes hubo otras cuatro leyes para el traslado de la Capital, aunque ninguna llegó a ser aplicada.
La primera de la que se tiene noticia es la ley 252, de 1868, que mudaba la Capital a Rosario, y que fue vetada por el presidente Bartolomé Mitre.



Domingo Sarmiento, que heredó de Mitre la presidencia, fue quien más enfrentó la tenacidad de los legisladores de la época. A los pocos meses de asumir, vetó la ley 294, de 1869, que pretendía el traslado también a Rosario. En 1870 vetó la ley 462, que la mudaba a las "inmediaciones de Villa María", Córdoba, y en 1873, vetó la 620, otro intento para Rosario.



La mayor aproximación hacia el proyecto del tesonero radical fue el decreto ley 19.610, de 1972, en el que, con la firma del entonces presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, se declaraba "la necesidad de determinar la conveniencia, oportunidad y factibilidad de trasladar la Capital a otro lugar del territorio nacional".



Malos recuerdos



Sea como fuere, la frase de Alfonsín hizo que a más de uno le corriera un escalofrío por la espalda.
El recuerdo de lo que pasó a partir de la noche del 15 de abril de 1986, cuando el ex presidente presentó su proyecto ante los miembros del Consejo para la Consolidación de la Democracia, en el que imaginaba "una ciudad sin rascacielos y con mucho verde", está demasiado fresco en los habitantes de ambas márgenes del curso inferior del río Negro.



Hubo negocios inmobiliarios de todo tipo que luego quedaron en la nada y provocaron serias pérdidas económicas a no poca gente.



Apenas conocido el proyecto, sólo en un día los bancos locales otorgaron 1200 créditos hipotecarios. Los memoriosos recuerdan el caso del chacarero al que le quisieron comprar su chacra por 300.000 dólares cuando, en realidad, no valía ni 30.



Por un terreno pelado, de 2 hectáreas, sobre la ruta 3, se pagó 200.000 dólares y casas viejas, que no valían nada, sobre la calle Buenos Aires (la principal de Viedma), fueron pagadas entre 40.000 y 60.000 dólares de aquella época, que no son lo mismo que ahora.



También hubo proyectos faraónicos nacidos de algunos de los nueve miembros del Entecap, cuyo capital era de 1059 millones de dólares, aproximadamente (un dólar era igual a 0,85 austral en 1986), de los cuales se burlaban los propios habitantes de Viedma y de Carmen de Patagones. Por caso, uno de los miembros del ente comentó en una reunión privada que tenían la intención de hacer una red subterránea.



Claro, seguramente lo que desconocía el funcionario era que las napas de agua en esa zona están a una profundidad de entre 40 y 60 centímetros. "A lo mejor querían hacer una especie de túnel subfluvial...", todavía ironizan los lugareños. Otro funcionario, en cambio, soñó con construir un tren bala Buenos Aires-Viedma.



Pero, más allá de esto, si bien los habitantes de Viedma, que gracias al proyecto pasaron de ser 32.000 a 45.000, según el censo de 1990, se mostraron entusiasmados en un primer momento, un estudio reveló que la población se sintió invadida porque no la dejaban participar en las decisiones del Entecap. Por su parte, los de Carmen de Patagones nunca se sintieron satisfechos porque iban a perder su identidad.



Hoy, la paz de los aproximadamente 55 mil habitantes de la zona volvió a sobresaltarse. Porque Alfonsín reflotó su sueño y, sobre todo, porque gracias a que nunca fue derogada la ley, el traslado de la Capital, en algún momento, puede ser realidad.


Alejandra Florit



Los números


La nueva Capital iba a ocupar una superficie de 490.000 hectáreas y las proyecciones indicaban que para el 2000 vivirían allí 361.000 personas. En 1986, las poblaciones de Viedma y Carmen de Patagones juntas apenas si llegaban a 55.000 habitantes.


Mientras que el gobierno decía que el costo oscilaría entre los 1500 y los 2000 millones de dólares, la oposición afirmaba que rondaría los 20.000 millones de dólares, gasto equivalente a algo menos de la mitad de la deuda externa en 1987.

NOTA: Publicado en el Diario La Nación, el Lunes 18 de agosto de 1997



Bases para una Geopolitica Argentina


Coronel (R) Hugo Gastón Sarno


I - INTRODUCCION.


La concepción de una política para la realidad geográfica nacional (o geopolítica argentina), debe ser encarada desde una perspectiva diferente a la que estaba vigente en muchas partes del mundo, cuando se creía que ‘geopolítica’ era sinónimo de imperialismo o de expansionismo.

De allí surgió la creencia de que “geopolítica” era ‘mala palabra’. En algunas instituciones culturales de nuestro país y también en otras partes del mundo, la “geopolítica” está casi prohibida académicamente y, a lo sumo, los temas que le competen reciben otro nombre o se reparten entre distintas cátedras. En la década de 1990, eso es un síntoma de subdesarrollo cultural.

Las naciones sudamericanas han vivido desde su independencia un clima internacional caracterizado por la desunión, cuando no por la rivalidad. La guerra estuvo presente en esa historia y normalmente ocurrió por motivos geopolíticos en cuanto a territorios en disputa: entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil por la Banda Oriental (continuación de las guerras entre España y Portugal), entre Chile, Bolivia y Perú por el litoral del Océano Pacífico, entre Bolivia y Brasil por el Acre (en realidad fue una tensión hacia la belicidad), entre Bolivia y Paraguay por el Chaco, entre Perú y Ecuador por territorios limítrofes, y no debe dejarse de lado la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.

A ello deben agregarse las tensiones políticas: con Brasil hemos tenido un período diplomático conflictivo en la Cuenca del Plata; en 1974 se produjo una tensión entre Perú y Chile; un diferendo diplomático entre Bolivia y Chile por el Río Lauca, y la Argentina ha tenido con Chile seis momentos prebélicos (inminencias de guerra), que fueron detenidos y encarados por vía pacífica. Con todo, los conflictos geopolíticos sudamericanos sometidos al acuerdo bilateral o al arbitraje, también estuvieron presentes.

La entrada al Siglo XXI parece dar comienzo a una relación internacional distinta en Sudamérica. Por un lado, los temas territoriales conflictivos han quedado resueltos en su mayoría, y los que aun subsisten, pueden encaminarse hacia soluciones pacíficas. Y por otro lado, la telaraña de la globalización que va atrapando a los sudamericanos, está creando una conciencia política de conjunto: “Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera...”.

Esta condición ha permitido reconsiderar las relaciones sudamericanas hacia un entendimiento que permita armonizar las posiciones nacionales, sin perjuicio de que los conflictos pendientes o futuros fueren mantenidos en el área diplomática. No se trata de “ceder, para poder convivir”, como algún ultrapacifista podría suponer. Las relaciones internacionales son ricas en presentar ejemplos donde los Estados tienen, simultáneamente, acuerdos y cooperaciones, y también conflictos mantenidos en un tratamiento simultáneo y regulado, para que no perturben donde se desea acordar y cooperar.

Esta conciencia política de conjunto - soñada por los Libertadores - tiene un capítulo territorial: las soberanías geográficas deben continuar dentro de un todo sudamericano. Esto no significa “borrar” los límites internacionales, ni tampoco “vender” los espacios fronterizos. Significa que los territorios nacionales deben quedar armonizados en los medios que los conectan entre sí, en la complementación de lo que ellos producen, y en la reciprocidad de todo tipo de concesiones. Pero también significa que las políticas territoriales deben tener en cuenta la marcha que tendrá la humanidad a lo largo del próximo siglo.

Se sabe que la globalización pasa por sobre muchas defensas de la identidad nacional; que vulnera y limita mucho la capacidad de maniobra política de cada Estado. Frente a este fenómeno, tiene legitimidad todo esfuerzo tendiente a mantener la individualidad, la diferencia, la originalidad de los soportes de la nacionalidad; tendiente a sostener aquello que no debe cederse tanto en patrimonios como en dignidad. Y entre lo que no debe cederse está la soberanía territorial, que significa que las instituciones nacionales deben tener vigencia y también eficacia, en todo el espacio geográfico argentino hasta sus límites internacionales.

Este trabajo no representa ni contiene ‘la’ geopolítica argentina, que sería solamente el fruto de todo un equipo de trabajo y planeamiento. La intención que guía al que esto escribe consiste en hacer una aproximación hacia las bases que podrían ser útiles para llegar a establecer esa geopolítica necesaria.



II - EL SIGLO XXI.


Desde 1427, año en que los portugueses, partiendo desde una Europa encerrada, rompieron el cerco por el océano, y descubrieron[1]y se instalaron en las Islas Azores[2], las energías políticas comenzaron a salir desde ese continente y recorrer, conocer y ocupar lejanos territorios hasta entonces desconocidos. ‘Lo europeo’ fue el patrón político, económico y cultural que puso al mundo en contacto, poniendo fin a los aislamientos geográficos.

Con claridad, el mundo era ‘uno’ durante el siglo XIX. Por supuesto, con alguna lentitud debido a la lenta navegación y a aquellos ferrocarriles a vapor; pero era ‘uno’: las influencias, las flotas, las mercaderías, no tardaban más de algunos meses en cruzar las distancias geográficas.

Pero en el siglo XX se produce la explosión de la ‘unidad mundial’, haciendo estallar los horizontes cronológicos conocidos. Desde el avión y la radioemisión inalámbrica, hasta hoy el satélite, es el uso de estos instrumentos el que consolida la conexión veloz, donde la simultaneidad, la complejidad de todo lo que se influye recíprocamente, son las características de una ‘historia mundial’ que posee pocos siglos de vida, y que tiene en la globalización su tarjeta de presentación.

No queda duda de que este fenómeno continuará en el siglo siguiente, aproximando a los Estados entre sí tanto en sus coordinaciones como en sus conflictos, pero creando órganos muy poderosos aunque no estatales[3] que, tratando de imponer sus voluntades, complican y complicarán todas las manifestaciones del poder. Indicamos párrafos atrás que quedará así lesionada la capacidad de maniobra de los Estados, pero también de todo el que aplique su propio poder. La humanidad quedará cubierta y atrapada por una telaraña política, económica, financiera y cultural.

Samuel Huntington advirtió sobre el ‘choque de las civilizaciones’, tema corroborado por ejemplo en el rechazo que actualmente se está cumpliendo en algunos pueblos islámicos contra ‘lo occidental’. También, localmente, en el Estado de Israel aparece el enfrentamiento entre la ortodoxia hebrea y los que la resisten. El conjunto mundial no es simple y se complica por los recelos y conflictos religiosos y étnicos, que, si permanecieron subterráneos durante la guerra fría, hoy se manifiestan sobre la superficie.

Otra de las peligrosas características que el siglo próximo heredará del siglo actual, es la presencia de terribles instrumentos de destrucción y matanza - los atómicos no son los únicos -, cuya peligrosidad reside en que se han evadido del hermetismo y del monopolio político-científico, prestándose a maniobras de amenaza y extorsión, incluso de empleo, por parte de grupos humanos que lograron producirlos, robarlos o adquirirlos. El reciente uso de gases (que fueron empleados durante la primera guerra mundial) por una entidad privada japonesa, representa toda una alerta sobre las capacidades que estárán presentes, activamente o en acecho, durante la siguiente centuria.

Estas peligrosas capacidades tecnológicas coexisten con el crecimiento de la rivalidad y de la agresividad. No solamente existen algunos Estados agresivos: también hay empresas y bancos agresivos, grupos humanos agresivos y aun fanatizados, e individuos agresivos, conjunto que a veces llena páginas y noticiosos de difusión pública, y a veces permanece bajo la superficie, porque la agresividad no sólo es violenta, destructora y estrepitosa; también suele ser silenciosa. Algunos observadores de la realidad social han comenzado a admitir que ha aumentado la frecuencia de los procedimientos ‘gangsteriles’: la amenaza, el pago de una cuota para ser protegido (o para no ser agredido), la extorsión, el sabotaje, y otros, recursos de esta moderna Caja de Pandora. Todo ello explica el crecimiento del número de empresas que se dedican a la seguridad.

Hasta aquí, es decir, hasta donde ha llegado nuestra pluma, hacemos un alto para revisar todo lo escrito precedentemente, porque se ha ido acumulando, párrafo tras párrafo, una tendencia donde la situación de la humanidad parece agravarse sin pausas. Y en esa revisión hemos tenido la precaución de verificar y ratificar que todo el contenido sea concreto, tomado estrictamente de la realidad, importante y firme como para poder trasladarlo al siglo próximo, cuidando de no deformarlo, de no agrandarlo ni mermarlo, menos de imaginarlo sin la base concreta que proporcionan los hechos conocidos.

Ese agravamiento no es el fruto de un pesimismo que condicione la razón. Sepa el lector corroborar este trabajo con la información pública conocida y por conocer, y tenga la certeza de que un ‘futuro deseado’ por nosotros, de convivencia, de respeto a la dignidad humana, no ha servido para disminuir o disfrazar lo que es grave, porque debe ser transmitido según su propia gravedad. Y esto, no es todo. Hay, todavía, algo más.

Por un lado, el crecimiento demográfico, y por otro lado, los daños que están y siguen recibiendo los espacios geográficos. La expresión simplificada de estas dos tendencias puede indicarse así: la humanidad crece, aumenta, pero el planeta no crece, no aumenta, incluso puede disminuir en tanto las lesiones a la calidad ambiental continúen empequeñeciendo el espacio utilizable.

Para una humanidad que posiblemente alcanzará los 6.000 o 6.200 millones de habitantes en el año 2000 (éramos sólo 1.500 millones en el año 1900), se cree que podría sobrepasar fácilmente los 8.000 (tal vez los 10.000) millones, considerando incluso cierta tendencia a un crecimiento estabilizado de seres humanos, durante la segunda mitad del próximo siglo. La pregunta lógica es: ¿dónde van a vivir y de qué recursos van a vivir?

Algunos analistas han formulado otra pregunta: ¿cuál es la población humana que puede sostener el planeta? La respuesta no puede ser exacta ni única, según se mantenga, disminuya o aumente la oferta de recursos vitales, y según la oferta disminuida o aumentada de los espacios aptos para recibir el aumento de la población mundial.

Frecuentemente, los estudiosos de este futuro abren un espectro conteniendo varias alternativas posibles para la siguiente centuria, que podemos sintetizar así:

-- Máxima población, espacio reducido, recursos escasos: futuro crítico.

-- Población no máxima, espacio aumentado, recursos abundantes: futuro deseado.

-- Población importante, espacio conservado, recursos suficientes: futuro intermedio.

Estas alternativas no son rígidas, admiten por supuesto combinaciones, pero son paradigmas que sirven para una proyección partiendo desde un punto inicial (la situación actual y sus tendencias), hacia los puntos finales de esos futuros. Si bien es riesgoso e imprudente confiar en la mejor de esas tres alternativas, lo aconsejable será desarrollar las otras dos: el futuro crítico ante todo, y también el intermedio.

El aumento de la población humana presenta actualmente fuertes contrastes: los países más desarrollados son los que menos crecen en su demografía, aun con tendencia a mantener su población numérica. Tienen numerosos ancianos y adultos y muy pocos infantes: son pueblos en proceso de envejecer, como España, Italia, Francia, Suecia, entre otros. Los Estados Unidos se incluyen en esta tendencia, aunque tienen un aumento anual que por lo menos, en parte, se apoya en los inmigrantes que recibe legal e ilegalmente, y en la procreación de su población no anglosajona.

El mayor crecimiento demográfico se advierte en los Estados que tienen serios problemas socio-económicos y numerosos habitantes, sobrellevando su vida con precariedad. En América surgen México, Perú y Brasil con un crecimiento humano explosivo. En el lejano oriente se encuentran los dos países más poblados del mundo: China con 1.220 millones de habitantes en 1994 (aumenta 12 millones por año), y la India con 935 millones de habitantes en 1994 (aumenta 15 millones por año).

La situación actual de la humanidad, con Estados verdaderamente saturados de población, y otros donde existen penurias económicas, ha dado origen a numerosas migraciones: seres humanos que abandonan la tierra natal buscando en otra mejores condiciones de vida, y otros que dejan su patria ‘donde ya no cabe un alfiler’.

La proyección futura de esta situación implica un aumento de las migraciones, en tanto continúe aumentando la población mundial, pero tratando de diversificar los países receptores. Tal vez las Naciones Unidas intervengan para regular estas transferencias de población, y para lograr una mejor distribución y recepción de esos excedentes humanos.

En cuanto al tema de la ecología, que ha recibido y sigue recibiendo una difusión cada vez más intensa, los problemas más graves son los que evaden una consecuencia local y gravitan sobre toda la Tierra.

Entre ellos es muy conocido el ‘efecto invernadero’ o aumento del promedio anual de la temperatura en el planeta, como resultado de los gases emitidos que se acumulan rodeándonos en capas superiores de la atmósfera y que, por su característica térmica aislante, impiden el escape del calor que emite la Tierra.

Este fenómeno perjudicial comenzó primero con el uso intenso del carbón y luego con el de los hidrocarburos, proceso continuo y agravado ininterrumpidamente desde la llamada ‘segunda revolución industrial’ (última mitad del siglo XIX), proceso al que en el reciente medio siglo se agregaron los gases emitidos por la industria moderna. Entre los primeros se encuentra el dióxido de carbono (CO2), y entre los segundos los clorofuorocarbonos (CFCs), empleados estos últimos como refrigerantes, solventes, etc., aunque hay otros gases que completan este espectro nocivo.

Las consecuencias ya han sido comprobadas. Se estima un aumento de la temperatura global de 0,3º C por década: en el período 1950-1990[4]ese aumento ha sido de 1ºC, de manera que en el año 2030, crecerá aún un grado más. Por otra parte, el efecto invernadero ha sido comprobado en nuestro país en la modificación de las isohietas (en combinación con la corriente de ‘El Niño’), cuyos valores promedio se están desplazando hacia el sudoeste desde nuestro extremo nordeste. Eso significa que en la Provincia de Misiones caen por año 500 mm más que los registros de hace varias décadas, y así sucesivamente hasta la pampa húmeda y semihúmeda, pero no con regularidad, alternándose con temporadas de sequía.

Estas consecuencias alterarán las actividades humanas, sobre todo la agricultura y la ganadería, influirán sobre la flora y la fauna, modificarán las aptitudes de los suelos. Para el año 2030 se aguarda un aumento de 20 cm en el nivel de los océanos (6 cm por década) y de 60 cm para el año 2100, debido al derretimiento de los hielos subpolares, es decir, de los que están rodeando las zonas polares, por el derretimiento de los glaciares continentales (incluído nuestro hielo continental patagónico que ya está retrocediendo claramente), y debido al aumento térmico de las aguas marítimas. Quedarán lesionados los litorales marítimos más bajos. En nuestro país quedará comprometida la desembocadura del Río de la Plata, de sus afluentes y de su costa argentina, así como correrán serios riesgos los Estados de escasa elevación como Holanda y Bangladesh. También se elevarán las napas subterráneas donde aumenten las precipitaciones, con su posible contaminación.

Este proceso está acompañado por los efectos perturbadores de los cambios en la corriente de ‘El Niño’, en el Pacífico, cuyos efectos anormales se comprobaron en 1982-84; y también por el adelgazamiento de la capa de ozono (O3), que absorbe la radiación ultravioleta del sol y que, al disminuir su protección (probablemente debido a los CFCs), puede causar perjuicios solares a la salud humana en particular.

El llamado ‘agujero’ de ozono es un fenómeno primaveral en el hemisferio austral y llega ya a desproteger el extremo sur de Sudamérica y la Antártida, durante esos meses. Esta destrucción del ozono se origina en las regiones industriales del hemisferio norte, cuyos gases de verano (julio-agosto) circulan hacia el hemisferio sud llegando en setiembre y octubre.

En suma, la humanidad se encontrará con condiciones geográficas cada vez más diferentes y perjudiciales. Recordemos que entre las dos cumbres político-ecológicas de 1992 (Río) y de 1997 (ONU), las condiciones han seguido un ritmo lento y sostenido de empeoramiento, tanto en los fenómenos que se acaban de mencionar apretadamente, como en la contaminación de las tierras, de las aguas y de la atmósfera.

Los efectos podrían alterar los recursos vitales para la subsistencia, tema que se estudia en los gabinetes, en los laboratorios y en escenarios naturales.

En conjunto, el siglo XXI recibirá una pesada herencia de éste que está finalizando: agresividad, instrumentos peligrosos y difundidos, mundo interconectado (’uno’), factores de poder multiplicados, humanidad en aumento numérico, deterioro geográfico, datos tomados de una realidad comprobada. Los nubarrones que tendrá el siglo XXI no parecen muy favorables. La globalización gracias a la revolución científico-tecnológica, no queda limitada a este progreso electrónico, cibernético y robótico. No es prudente confiar en un solo lado del espectro, donde aparecen las maravillosas imágenes del hombre en la Luna o los servicios de Internet. El espectro se enriquece con los temas que hemos desarrollado brevemente, y que no pueden ser relegados a un plano secundario.




III - CUADRO DE ALTERNATIVAS MUNDIALES.


Así como hemos indicado en el capítulo anterior la gama de tres futuros, a continuación los consideraremos según otros contenidos: con los que más pueden interesar desde el punto de vista geopolítico[5]:

1. Siglo XXI en convivencia política: alternativa ‘multipolar’.

Se trataría de la humanidad presidida por un consorcio de poderosos conformando una sociedad entre las grandes potencias y las ONG más importantes. Este sistema de poder sería de relativa duración por la inestabilidad propia de todo conjunto, cuyas grandes capacidades y objetivos individuales tenderán a dividirlo, formando grupos rivales que pugnarían por el predominio, sin llegar a la belicidad generalizada. Los temas principales se negociarían.

Se supone aquí que las guerras serían sólo locales entre países de segundo y tercer nivel, sin gravitar sobre intereses sensibles, es decir, guerras controlables.

Las soberanías políticas estarían muy limitadas. Todos los Estados dependerían de otros Estados, de manera que las políticas autónomas serían vulnerables. Se permitirían asociaciones regionales en tanto beneficien a esta globalidad.

Los excedentes humanos serían dirigidos hacia las regiones marginales de la multipolaridad: América del Sud, Africa y Australia. Los daños ecológicos serían mermados con rigurosos controles, penalidades y restauraciones, particularmente en las regiones declaradas vitales para el sistema.

2. Siglo XXI catastrófico: alternativa ‘sobrevivencia’.

Suponemos en esta alternativa que el derrumbe del sistema mundial podría ocurrir por dos causas centrales y una combinación entre ellas:

2.a. Grandes calamidades naturales: vulcanismo, terremotos, hundimiento continental, penetración del mar, fenómenos que abatirían a algunas de las principales potencias, dejando a las demás en condiciones vulnerables.

Quedarían neutralizados los grandes poderes y desarticuladas las ONG. Crecería la demanda de los artículos vitales para la vida por las pérdidas y daños en las regiones de gran producción, y por las perturbaciones en el tráfico ultramarino.

Las migraciones humanas quedarían disminuidas debido a las interrupciones y dificultades de la navegación marítima. Posiblemente quedarían limitadas, inicialmente, a desplazamientos regionales sin cruzar los océanos, y tal vez crecerían tiempo después.

Tendrían graves problemas los países que dependen del comercio exterior para subsistir. Por lo menos inicialmente, quedarían restringidos los auxilios y apoyos para restaurar los daños en los países asolados por las catástrofes naturales.

2.b. Gran calamidad bélica: empleo de armas de gran poder entre las mayores potencias. La iniciación estaría motivada por un accidente, o bien por una acción bélica muy importante ocurrida en una región altamente sensible para el equilibrio del sistema mundial de grandes potencias.

Posiblemente, los mayores daños se producirían en el hemisferio norte, con zonas completamente devastadas, pero las consecuencias ecológicas se trasladarían, tal vez menguadas, hacia el hemisferio austral.

La navegación marítima quedaría interrumpida: se produciría un aislamiento internacional, con hambrunas y convulsiones sociales, y también el derrumbe del sistema económico-financiero internacional.

2.c. Combinación de catástrofes: se trataría de una o más grandes potencias neutralizadas por calamidades telúricas, que serían a continuación destruídas con armas de gran poder por las demás. El curso sucesivo sería semejante al de 2.b.

3. Siglo XXI inestable: alternativa ‘dispersión’.

La característica central residiría en la desunión entre las grandes potencias. Sus disidencias serían difícilmente negociables, pero no llegarían a desatar una gran guerra. Cada una de ellas conservaría aliados y satélites. Los conflictos internacionales serían difícilmente negociables y muchos de ellos subsistirían sin solución, sirviendo para mantener los recelos y rivalidades. Esta alternativa tendría la posibilidad de evolucionar hacia un sistema bipolar o tripolar, por similitud al de la guerra fría.

El sistema económico-financiero internacional sería inestable. Las dependencias estarían limitadas y condicionadas regionalmente, según la compartimentación de las áreas de influencia. Los daños ecológicos de dimensión planetaria seguirían su avance perjudicial. Las migraciones humanas también serían restringidas según esa compartimentación.

Las áreas de influencia serían inestables: algunos Estados satélites podrían ‘cambiar de bando’, y otros podrían ser convertidos en ‘campo de batalla’ entre varias ‘influencias’.

El terrorismo y en general la agresividad, serían constantes. Las ONG tenderían a regionalizarse, limitando sus despliegues y actividades mundiales.

En conclusión, si bien estas tres alternativas mundiales son esquemáticas, admiten variables y combinaciones, pero así como fueron expuestas sirven para pensar especulativamente en la adopción de medidas preventivas. No es posible establecer cuál de ellas será la más probable. La humanidad está atravesando un período de transición, incierto, inestable, que no permite aplicar un criterio de ‘probabilidad’. Por ello, la atención debe concentrarse hacia aquellas alternativas que provocarían las mayores dificultades.




IV - EL SIGLO XXI PARA LA ARGENTINA.


1. Introducción.

Nuestra finalidad se reduce a establecer una aproximación hacia un proyecto geopolítico para la Argentina del próximo siglo, que debe permitirle encarar cualesquiera de las alternativas precedentes. Sin embargo, no podría llegarse a un proyecto geopolítico sin contar previamente con las bases proporcionadas por un proyecto político nacional.

2. Proyecto nacional supuesto (en lo que interesa exclusivamente para este trabajo).

La Argentina atravesará el próximo siglo como Estado nacional, manteniendo una aceptable capacidad de maniobra política, preservando los valores que corresponden a la dignidad de sus habitantes según el Preámbulo constitucional, y resguardando sus patrimonios. Para lograrlo, se tratará de satisfacer los siguientes requisitos:

2.a. La Argentina deberá evitar el aislamiento político, porque si fuere un Estado solitario, aumentaría su debilidad para encarar los fenómenos globales del siglo XXI.

Para ello, será aconsejable establecer entendimientos políticos con los países sudamericanos, en principio con los integrantes del Mercosur, y otros, con el propósito de establecer relaciones de apoyo recíproco ante los hechos mundiales que más pudieren perjudicarlos.

Esta condición requiere previamente ese entendimiento y apoyo en temas variados donde exista un interés común. Para ello, los conflictos existentes entre ellos no deben interferir en esa condición y, pro eso, serán sometidos a derecho o, en última instancia, postergarlos.

2.b. Las características del próximo siglo deben difundirse para formar una conciencia en la Argentina y en los Estados sudamericanos. Este requisito será la base cultural indispensable para lograr posteriormente el entendimiento y apoyo de conjunto.

2.c. La Argentina debe disminuir sus vulnerabilidades exteriores, donde la globalización podría actuar para coartarla perjudicialmente en su proyecto nacional.

2.d. La Argentina debe disminuir sus debilidades interiores: necesitará mantener la “unidad nacional” constitucional, sostener el correcto desenvolvimiento de sus instituciones, mejorar el sistema de vida de su población, y organizar la seguridad de lo que fuere sensible para al futuro nacional.

2.e. Mejorar y aumentar la producción argentina de los bienes que resultarán de gran demanda durante el próximo siglo.


3. Proyecto geopolítico nacional.

3.a. Situación actual de partida (sintetizada)

3.a.1. Situación urbana: el crecimiento de las ciudades argentinas demuestra un intenso éxodo de población desde las zonas rurales y desde los pequeños poblados, hacia las ciudades y metrópolis. Este fenómeno ocurre tanto con la población argentina, como con la que procede de la inmigración, y se comprueba en la afluencia hacia el Gran Buenos Aires como en cada Provincia respecto a su capital.

En este tema, influyen tanto las riquezas naturales como la ocupación histórica de nuestro territorio. Así, la región pampeana, gracias a su fertilidad, presenta una mayor densidad de centros urbanos, mientras que en el resto del territorio ellos se encuentran dispersos, surgidos en los oasis agrícolas, mineros o turísticos. Pero por otro lado, desde el virreynato en adelante, el territorio recibió sucesivos asentamientos, primero según las avanzadas colonizadoras que penetraron desde el Río de la Plata, desde el Alto Perú y desde Chile; luego según los fortines instalados frente al desierto, y finalmente, en las postas y alrededor de las estaciones de los ferrocarriles y puertos, siempre condicionados por las características orohidrográficas.

Al norte del Río Colorado, el territorio tiene centros urbanos de influencia regional, característica que no ocurre en la Patagonia, donde no existe un polo central patagónico.

3.a.2. Cohesión territorial: al finalizar el siglo XX, la cohesión territorial argentina ha tenido un gran progreso. Con la finalidad de eliminar las situaciones de aislamiento y de enlazar entre sí a todos los habitantes, el teléfono, la radio, y la televisión, cubren la mayor parte de nuestra geografía; las carreteras nacionales han mejorado en su calidad, uniendo todas las provincias y cortando la red ferroviaria concéntrica hacia Buenos Aires y Rosario; las provincias han mejorado sus carreteras; los aeropuertos facilitan la aeronavegación interior; la navegación fluvial tiene una reciente modernización; la Mesopotamia ha sido vertebrada al resto del país cruzando el Río Paraná; los ferrocarriles privatizados se encuentran en reestructuración y modernización.

3.a.3. Distribución de la población: la Argentina es un país poco poblado. Los 32.370.298 habitantes de 1991 nos dan una densidad promedio poco superior a 11 pobladores por km2.

Su distribución responde a las capacidades que tiene nuestro territorio para facilitar la vida y proporcionar la fuente de trabajo. Las cuatro provincias donde se extiende la pampa húmeda (Bs.Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba), tienen el 68% de la población total, con la salvedad de que en esta región se encuentran los tres centros urbanos más importantes: Capital Federal y Gran Bs.Aires (casi 11 millones), y Rosario y Córdoba (un millón cada una). Esta situación permite afirmar que la tercera parte del territorio tiene los 2/3 de la población, mientras que las 2/3 partes restantes, sólo tienen 1/3 de la población argentina.

El crecimiento de nuestra población es moderado: 14,3% entre 1980 y 1990. Pero el crecimiento es superior a este promedio en varias de las provincias periféricas entre 1980 y 1991: Tierra del Fuego 154%; Neuquén 58,1%; Santa Cruz 39%; La Rioja 34,5%; Misiones 32,3%; Salta 30,3%.

Sin embargo, a pesar de que es favorable el alto crecimiento de las provincias fronterizas, esos porcentajes no manifiestan la escasa demografía que tenemos en varias de ellas: en las cinco provincias patagónicas (al sud del Río Colorado) sólo tenemos 1.445,478 habitantes (el 4,4% de nuestra población)[6].

Las políticas de fomento cumplidas hasta este momento, han permitido que algunas provincias retengan su población y reciban pobladores de otras. Este aspecto se encuentra en reversión en Tierra del Fuego: el cierre de fuentes de trabajo hace emigrar de regreso a sus provincias de origen.

3.a.4. La calidad natural: el territorio argentino de 2.800.000 km2 (sin incluir los archipiélagos australes usurpados, tampoco la superficie marítima que otorga el Derecho del Mar, ni el sector antártico), es, en extensión, el octavo del mundo, lo cual es un privilegio y suficientemente amplio como para disponer de una gran variedad en sus regiones. La gran longitud norte-sud le permite además, disponer de climas muy variados.

El agua de superficie no tiene una distribución regular. La Cuenca del Plata (30% del territorio) dispone casi del 80% de esos caudales. Pero si en el resto semirárido y árido, los ríos son dispersos, han sido suficientes para crear oasis y para satisfacer la demanda escasa todavía de agua de superficie, abastecida también en parte por el agua subterránea[7].

La pampa húmeda, aun con praderas naturales en su mayor parte, produce el 60% de la agricultura y contiene el 78% del ganado vacuno. Su agricultura es extensiva y diferente a las agriculturas no pampeanas, que son intensivas y con riego. Escasa ha sido hasta ahora la expansión de la frontera agropecuaria, que aguarda en el futuro previa construcción de los canales y acueductos necesarios.

Cada región argentina presenta dificultades diferentes, según los fenómenos naturales (por ejemplo, las inundaciones) o según el uso que hace la población. La depredación de los suelos es importante. Las zonas inundables de la Cuenca del Plata y Provincia de Buenos Aires, sufren erosión hídrica. Las zonas áridas, erosión eólica, sobre todo la Patagonia, donde la acción depredadora nace del sobrepastoreo. Las regiones del parque y del monte, sufren por la deforestación. El panorama se completa con los usos agrícolas intensivos, con la salinización en algunas zonas regadas, con los incendios y hasta por los aludes.

3.a.5. Desequilibrios: la tendencia histórica del desarrollo argentino ha tenido y sigue teniendo prioridades. El poblamiento y la producción estuvieron siempre condicionados por la fuerza centrípeta del Río de la Plata y su ciudad portuaria, que desplazaron a un segundo plano a los asentamientos que procedían desde Asunción, desde el Alto Perú y desde Chile.

La región pampeana agrícolo-ganadera que rodeaba a Buenos Aires, a Córdoba y a Rosario, tuvo la prioridad en el desarrollo: en la medida en que se fue alejando el desierto en poder de los indígenas y en que terminaron los malones, nacieron allí miles de chacras y estancias. Durante el siglo XIX y según los rieles penetraron y vertebraron regiones del interior, la Pampa fue acompañada por varios oasis agrícolas: el de Tucumán con sus frutos subtropicales, el de Cuyo con sus cultivos de clima seco mediterráneo, y finalmente el del Río Negro, con su producción de clima templado-frío.

Todas estas regiones tuvieron prioridades, quedando el resto del territorio para ser vitalizado en una segunda prioridad. Así fue que, a fines del siglo pasado y principios de éste, era una cuestión de honor nacional que, primero, el ferrocarril llegara a todas las provincias y territorios (las ex gobernaciones). Fueron los ferrocarriles ‘de fomento’: daban pérdida contable, pero su objetivo no estaba en la rentabilidad ferroviaria sino en la vertebración que debía llegar a toda la organización político-territorial del país. La última prioridad correspondió para la Patagonia: el proyecto de Ramos Mejía intentó unirla al resto del territorio por la circulación marítima, desde cuyos puertos debían partir ferrocarriles hasta los valles situados al pie de la Cordillera.

Si consideramos la población y el producto bruto de cada Provincia, se ponen de manifiesto los desequilibrios sociales y económicos que determinan diferencias entre unas y otras provincias: desigualdades en el nivel de vida, en el acceso a los servicios, en las oportunidades para el futuro, y en el crecimiento local. Surgen así necesidades no satisfechas en el trabajo, en la cultura, en la vivienda, en la salud, donde podrían surgir dos Argentinas: una privilegiada y otra postergada.

3.a.6. Conexión al exterior: los vínculos territoriales hacia países vecinos y ultramar han aumentado y mejorado en sus capacidades. Se advierte el progreso portuario para el comercio exterior desde Rosario hasta Buenos Aires, y en el sector Bahía Blanca-Quequén. Se han multiplicado las conexiones ferroviarias y viales con los países vecinos. Subsisten problemas en los corredores bioceánicos del Mercosur, saturados todavía en nuestra Mesopotamia y dificultades durante la Cordillera invernal para ingresar a Chile.

Los aeropuertos internacionales están presentes para el ‘Jumbo’ en el Norte (Jujuy e Iguazú), en el centro (Córdoba, Rosario, Mendoza y Gran Buenos Aires) y en el Sur (Río Gallegos), con perspectivas de modernización. También están habilitados para la aeronavegación internacional Salta, Formosa, Resistencia, Corrientes, Posadas, Mar del Plata y Bariloche.

3.a.7. Soberanía marítima: la que nos otorga el Derecho del Mar pone de manifiesto nuestra debilidad en la custodia y administración de los recursos de la zona económica exclusiva, en la cual se producen capturas ilegales y depredaciones.

3.a.8. Presencia antártica: la Argentina es miembro permanente, con voz y voto, desde la misma creación del Sistema Antártico. Sus actividades se encuadran dentro del Tratado Antártico y de las Resoluciones posteriores, que se orientan hacia la investigación científica y el cuidado ecológico.

3.a.9. Soberanía aérea: la circulación aérea es otra de nuestras vulnerabilidades, tanto para la salida y entrada de mercaderías y drogas, como para el tránsito de pasajeros, donde existe circulación de carácter ilegal que aprovecha la falta de control aéreo.

3.a.10. Presencia en el espacio ultraterrestre: si la actividad argentina relativa al espacio exterior comenzó muy rápido, al iniciarse la década de 1960, la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CONIE) no recibió orientación política, de manera que sus logros e investigaciones parecían dirigirse a satisfacer objetivos militares.

Desde que fue reemplazada por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE)[8], dependiente de la Presidencia de la Nación, toda la función tiene interés nacional y objetivos políticos claramente fijados en el Decreto 2076 del 1º de diciembre de 1994 (Plan Espacial Nacional), de carácter pacífico y científico.

La Argentina está y estará presente en el espacio ultraterrestre según la Ley del Espacio Exterior (1967) y los compromisos adquiridos internacionalmente:

tiene enlace con satélites internacionales, construye satélites propios, gestiona su colocación en órbita y explora el espacio exterior.

La Unión de Telecomunicaciones le adjudicó el segmento entre 80º y 85º de longitud occidental en la órbita geoestacionaria ecuatorial. Para no perder esa adjudicación, un consorcio de empresas privadas (argentina, alemana, francesa e italiana), compraron dos satélites a Canadá ubicados en el segmento 72º a 76º de longitud occidental. Otros satélites de fabricación nacional y extranjera, serán puestos en órbita próximamente. La coordinación con el Brasil es ya un hecho consumado.

3.a.11. Problemas geopolíticos pendientes: deben todavía encararse diplomáticamente los siguientes: el del Hielo Continental; el del Río Pilcomayo; y el de las capturas de la fauna marina.

3.b. Bases para una geopolítica argentina a alcanzar en el siglo XXI.

Con el objeto de satisfacer el proyecto brevemente incluído en 2., ante las posibles alternativas de la siguiente centuria, el territorio argentino debe estar presente en las decisiones políticas nacionales, y creemos que las condiciones que debería satisfacer pueden ser las siguientes:

3.b.1. Ubicación sudamericana: la conexión con los países sudamericanos debe facilitar la circulación entre ellos en primer lugar. Ya se sabe desde dónde, por dónde y hacia dónde circulan los grandes volúmenes de mercaderías.

La Mesopotamia argentina es un espacio pivote entre Argentina y Brasil, y aún con Uruguay, para la circulación terrestre. La está atravesando un movimiento carretero que no tiene precedentes por su densidad. La saturación vial, los accidentes, son los síntomas que están indicando lo que se debe modificar. También están indicando que los hechos no han sido previstos en su magnitud, de manera que la estructura vial del espacio ha quedado sobrepasada.

El cruce del Río Uruguay entre Argentina y Brasil necesita - y está previsto - un segundo lugar de pasaje vial-ferroviario. Se advierte la falta de previsión en el puente Resistencia-Corrientes, y en el túnel Santa Fe-Paraná, donde no se contempló ni proyectó el pasaje ferroviario. El futuro puente Rosario-Victoria mejorará la vertebración con la Provincia de Santa Fe.

A partir de nuestra Mesopotamia, la circulación se orienta y dispersa hacia las regiones argentinas tanto importadoras como exportadoras, y también hacia Chile, donde los problemas del invierno cordillerano son conocidos. Franquear con carretera y ferrocarril el macizo andino, ha sido y sigue siendo una obra de gran aliento. El túnel que se encuentra bajo el Cristo Redentor, fue inaugurado en 1910, obra ‘faraónica’ en aquellos momentos para los dos países. Ya, no es el único.

Se menciona el proyecto de construir un túnel a una altura menor (y mucho más extenso). Se advierte el énfasis que se ha puesto en el tránsito carretero, que es el de flete terrestre más costoso. No se conocen proyectos para transferir los contenedores del camión al ferrocarril en ambos pies de la Cordillera, ni de mejorar los rieles andinos, incluso techándolos para evitar las grandes acumulaciones de nieve sobre ellos.

Otras alternativas consisten en usar en invierno el corredor salto-jujeño (ferroviario y carretero), donde las nevadas son mucho menores, o de recurrir en esa época a la navegación marítima. El ferrocarril que partiría desde Zapala hacia Chile, un corredor bioceánico en la latitud de Chubut, son otros proyectos que en algún futuro entrarán en prioridad.

La conexión con Paraguay ha recibido el impulso del puente carretero-ferroviario de Posadas-Encarnación, que eliminó el transbordo en balsa. Puede considerarse que la conexión con Paraguay por ese medio, y además por vía fluvial y carretera en Clorinda, satisface el desarrollo futuro de los movimientos comerciales.

Con Bolivia, la conexión más importante es ferroviaria desde La Quiaca y desde Pocitos, dirigidas hacia el altiplano la primera y hacia el oriente subtropical la segunda. Las carreteras son paralelas a los rieles, a las que se agrega la conexión desde Aguas Blancas.

La conexión con el Uruguay es múltiple: fluvial y carretera. Debe agregarse la ferroviaria que aun no tiene un empleo regular sobre la presa de Salto Grande. El ferrocarril uruguayo tiene la misma trocha que el ferrocarril paraguayo y que nuestro Ferrocarril Urquiza.

La navegación fluvial Río de la Plata-Paraná ha tenido un crecimiento de su eficacia, tanto por la privatización y modernización de sus puertos, como por el perfeccionamiento de las condiciones de navegabilidad. El Paraná da salida mineralera a la producción de Mato Grosso y se mantiene el objetivo de los hacendados matogrossenses de sacar, por esta vía fluvial, la producción de sus cosechas hacia el exterior.

Debemos considerar que el dragado del Río Paraná, para que los buques de ultramar penetren hacia el interior, es un trabajo antinatura de ‘nunca acabar’, pues consiste en atacar los efectos y no las causas. El problema de fondo está en resolver lo siguiente: primero, detener los sedimentos que trae el Río Bermejo, principales culpables de la escasa profundidad aguas abajo, y del embancamiento del Río de la Plata; y segundo, en organizar la navegación fluvial con trenes de barcazas, que carecen de limitaciones de calado, organizando la transferencia de barcazas a los buques ultramarinos en algún sector del Río de la Plata. Además, sino se detienen aquellos sedimentos, la futura represa de Paraná Medio se ‘llenaría de barro’ rápidamente.

Todavía, queda por resolver la navegación fluvial hacia el norte de la presa de Salto Grande, las obras binacionales con Brasil en el Río Uruguay superior, las del Paraná superior con Paraguay, y gestionar el acceso a la navegación fluvial al norte de la presa de Itaipú.

Los proyectados canales del Bermejo no solamente servirán a múltiples propósitos; también servirán como vía fluvial de salida hacia el Plata para Bolivia y Perú. Y con Bolivia-Perú, existe la coordinación ferroviaria hacia los puertos de Ilo y Matarani.

La ubicación sudamericana de nuestro territorio exige además considerar su necesaria reorganización. Las regiones deben ser desarrolladas con miras a su crecimiento económico y a su complementación con el resto del país, con los países sudamericanos, y según el intercambio comercial de ultramar. Deben ser atractivas y competitivas para el mercado nacional, sudamericano y mundial., de manera que se anule la postergación que todavía subsiste para algunas de ellas.

3.b.2. Soberanía territorial: en el patrimonio geográfico emergido, la soberanía por derecho reconocido internacionalmente, debe ser reforzada con la eficacia y presencia institucional y con el poblamiento, particularmente en las provincias subpobladas y subdesarrolladas. Poblamiento y desarrollo son inseparables. Debe tratarse de que cada provincia retenga su propia población y además, atraiga población desde las provincias más pobladas.

Más que población temporaria (también llamada ‘golondrina’) se necesita población permanente, que queda unida al suelo por una fuente de trabajo permanente y por la propiedad inmobiliaria. Debe contar con toda la estructura de apoyo social (vivienda, salud, educación, seguridad, etc.), con una adecuada cohesión territorial con el resto del país, y desarrollar la conciencia de que su presencia contribuye a la soberanía territorial.

En ese sentido, pueden merecer prioridad primero Tierra del Fuego, y luego Santa Cruz, Formosa, y las zonas y áreas de frontera.

En cuanto a los archipiélagos australes usurpados, el objetivo de su recuperación debe ser permanente, así como contra la explotación de los recursos mineros en sus aguas jurisdiccionales.

La soberanía marítima requiere su eficiente ejercicio de la zona económica exclusiva para neutralizar las capturas clandestinas, impedir la depredación de las especies, y legalizar la pesca según las capturas máximas permisibles y el Derecho del Mar. Se requiere la presencia mercante de bandera argentina hacia ultramar, con fletes competitivos, participar en la explotación futura de los fondos marinos, e intervenir en el control sobre la depredación en el Atlántico sur.

Para ello, la vigilancia y actividad policial debe aumentar por medio de naves modernas y suficientes, apoyadas desde satélites y desde radares aéreos. Las capturas argentinas deben recibir apoyo tecnológico para aumentar sus rendimientos; y se necesitará una mayor cultura oceanógráfica y cimentar la conciencia marítima. Los puertos marítimos requieren las modernizaciones indispensables para agilizar el comercio a ultramar, bajar los costos, facilitar la circulación hacia el interior, rodearse de industrias marítimas, servir de apoyo al control sobre la zona económica exclusiva, y a la navegación hacia la Antártida y a otros océanos.

La soberanía aérea implica la impostergable necesidad de controlar nuestro espacio aéreo para evitar la circulación ilegal, comenzando por establecer los sistemas de radar, la reciprocidad con los países vecinos, la eliminación de los lugares de aterrizaje ilegales, y otras medidas complementarias, dando prioridad a las regiones argentinas que colindan con los países vecinos y a los recorridos aéreos usados por el narcotráfico y el contrabando.

3.b.3. Urbanización: nuestro territorio padece la tendencia ‘metropolista’ que existe en tantas partes del mundo (Tokío, ciudad de México, Sao Paulo, etc.).

El Gran Buenos Aires y la Capital Federal constituyen una de las mayores metrópolis del planeta. Su formación tiene orígenes históricos: su ubicación sobre el Río de la Plata como “puerta de entrada a la tierra”, su posición dominante respecto al interior, la importante fuente de trabajo que tiene, la industrialización, y la mejor oferta de educación, salud y de otros servicios.

Si bien no es posible detener el crecimiento vegetativo de sus habitantes, por lo menos se lo debe menguar tratando de:

-- Desalentar su crecimiento industrial en beneficio del interior.

-- Mejorar la oferta de servicios, la calidad de vida, y las oportunidades de trabajo en ciudades (que no sean Córdoba, Rosario ni capitales provinciales), con radio de influencia en zonas inmediatas.

-- Descentralizar organismos.

-- Delegar decisiones.

-- Mantener políticas de fomento con desarrollo en provincias subpobladas y en zonas y áreas de frontera.

-- Vertebrar el interior entre sí, disminuyendo la necesidad de pasar obligatoriamente por la Capital Federal para trasladarse de una a otra provincia.

3.b.4. Cohesión territorial: como se ha anticipado, la cohesión territorial tiene por finalidad contribuir a la “unión nacional” sobre el territorio, eliminando el aislamiento de la población, sobre todo en los lugares más alejados y de difícil acceso, interconectando todas las regiones entre sí. Ese objetivo territorial se cumple por los medios de circulación (de tierra, mar, ríos y aire), por las comunicaciones y por los medios de difusión (radio y televisión). Es importante lograr la armonización de los medios de circulación entre sí y con los asentamientos humanos a los que deben servir.

Este tema está también incluído en 3.b.8.

3.b.5. Calidad geográfica: nuestro patrimonio geográfico goza de varios privilegios: tenemos el 23% de tierras cultivables (10,5% tiene el mundo), 39% de praderas naturales (23% tiene el mundo), y 21% de tierras improductivas (35,5% tiene el mundo)[9]. Este privilegio, si todavía se mantiene, se encuentra en un retroceso lento pero sostenido.

Las inundaciones de la Cuenca del Plata, particularmente en el verano lluvioso sobre sus cursos superiores, no ha tenido todavía una política para encararlas. Las presas construídas son ‘de pasada’ y no pueden retener y disminuir los grandes caudales que desbordan y dejan, después, la erosión hídrica. Debe recordarse la creciente centenaria del verano 1982/83, cuyas causas se vincularon con la corriente de El Niño del Oceáno Pacífico.

Los resultados fueron catastróficos. La Laguna Mar Chiquita de Córdoba llegó a aumentar cuatro veces su superficie. El Río Paraná en su curso inferior y medio, retenido por los terraplenes de Zárate-Brazo Largo, parecía tan ancho en su espejo de agua como el ancho del Río de la Plata frente a Colonia. Las pérdidas materiales superaron los 4.000 millones de dólares. Se conoce el proyecto de la Laguna Iberá para derivar una parte de las crecientes extraordinarias del río Paraná.

Debe pensarse que cualquier catástrofe natural o bélica en el hemisferio Norte, y en los océanos, tendrá consecuencias desfavorables hacia Sudamérica (cambios climáticos, contaminación en la atmósfera y en las corrientes marinas, migraciones de especies animales), de manera que un aumento anormal en las precipitaciones en la Cuenca superior del Plata, es un tema que debe ser motivo de medidas prácticas para limitar los daños. La inundación extraordinaria y centenaria de 1982/83, ha sido una advertencia que pasó y no provocó reacciones políticas.

En la Cuenca del Plata la Argentina es un país de ‘aguas abajo’, de manera que la coordinación con los países de aguas arriba es indispensable, particularmente con Brasil, no sólo por la potabilidad de las aguas que recibimos, sino también por la alteración en sus caudales. Debe recordarse que el Pantanal matogrossense retiene la creciente del Río Paraguay en verano. Así, por este proceso de la naturaleza, sus aguas llegan más tarde a la Confluencia y no coinciden con la creciente del Paraná. Si el Pantanal fuere drenado, las crecientes de ambos ríos coincidirían y se producirían inundaciones catastróficas aguas abajo. Las extensas llanuras argentinas son tan suaves que tienen un deficiente escurrimiento, reteniendo las aguas que la desalojan muy lentamente.

La desertización causada por la erosión eólica es frecuente en las provincias situadas al pie de la Cordillera y en la Patagonia (donde la solución del sobrepastoreo patagónico y la reposición de la flora protectora, implica un problema de fondo socio-económico).

La deforestación ha depredado varias especies de la flora (quebracho, algarrobo, cedro, pino, nogal, etc.) y ha desprotegido los suelos quitándoles la cubierta vegetal protectora. No existe una enérgica política nacional ni provincial para la reforestación, a pesar de que la reposición de las especies tiene apoyo legal. Tanto mayor es el daño en los bosques patagónicos, donde el crecimiento arbóreo es sumamente lento debido a la rigurosidad climática. A ello deben agregarse las pérdidas forestales debido a los incendios, que requieren un sistema de vigilancia y detección mejor, y medios de ataque más numerosos que los actuales. El tema del cuidado forestal y de la reforestación, requieren una base cultural de difusión y una obligación para los dueños de las tierras y para sus arrendatarios.

La contaminación de la atmósfera es importante en nuestras principales ciudades y zonas industriales. La situación que existe en Sao Paulo, en la Ciudad de México, en Santiago de Chile, por ejemplo, es conocida. La conducta política debe comenzar por erradicar las industrias contaminantes de las zonas urbanas y disminuir la emisión de gases de los motores a explosión. El aumento de automores está produciendo gran parte de ese perjuicio, tema en el que es necesario reemplazar esa energía motriz y además aumentar el tránsito que emplea fuerza eléctrica. La ciudad de Buenos Aires mejoró si situación atmosférica desde que se prohibió la quema de desperdicios.

La contaminación de suelos y cursos de agua ocurre por productos químicos de uso agrícola, por residuos industriales, por el tratamiento defectuoso de las aguas servidas, y por otras causas complementarias. La situación de los Ríos Matanzas-Riachuelo y Reconquista, es una clara muestra de esta realidad, que se produce a escasa distancia de la sede de las autoridades nacionales. Se requiere una ley ecológica - y sobre todo su cumplimiento - aplicable a cada entidad oficial y privada que produce desechos.
A principios de la década de 1990, en todo el territorio argentino se producían 15.000 toneladas de residuos diariamente, cantidad que aumenta año a año sin pausa. El tratamiento de los residuos debe merecer una política enérgica. Es peligroso el problema de los residuos tóxicos que, se estima, serían aproximadamente de 2.200 toneladas diarias. El destino de los residuos radioactivos de nuestras usinas atómicas, es un tema todavía sin resolver.

Si en el hemisferio norte se produjeran catástrofes naturales o bélicas y sus consecuencias llegaran a Sudamérica, se requerirá desde ahora adoptar previsiones como las siguientes en vigilancia y contramedidas:

-- Detectar las alteraciones climáticas en la cuenca superior del Plata y sus efectos aguas abajo: potabilidad de las aguas, caudales, contaminación atmosférica.

-- Detectar temprano las migraciones de especies animales[10].

-- Detectar la contaminación en las corrientes marinas que procedentes del norte bañan nuestro litoral.

-- Detectar la contaminación de los vientos que llegan desde el Océano Pacífico[11].

-- Detectar los cambios térmicos y los meteoros anormales.

-- Otros.

3.b.6. Migraciones humanas exteriores: en la actualidad representan una constante las migraciones que la Argentina recibe desde los países vecinos y desde el Perú. Frecuentemente, llegan en busca de una situación socio-económica mejor que la que tenían en sus países de origen.

Es una corriente demográfica que en gran proporción permanece al margen de las leyes migratorias, creando en nuestro país situaciones de hecho que influyen en el trabajo (se presta para la explotación inhumana), en la urbanidad, en la salud, en la educación, y también en la comisión de delitos por los grupos que vienen de delinquir en la tierra natal.

Los gobiernos argentinos invitaron e invitan periódicamente a regularizar su radicación, es decir, actúan una vez que los hechos están consumados (existe una nueva ley). Una política soberana en este tema, debería actuar en coordinación con los países que producen o toleran esa emigración hacia el nuestro, con la finalidad de regularizarla, sin perjuicio de cumplir los controles zonales para detectar la presencia ilegal, las explotaciones también ilegales, tanto en las zonas rurales como en las urbanas e industriales.

Las migraciones aceptadas deben ser incorporadas a nuestro quehacer a través del desenvolvimiento institucional, a través de la convivencia, y a través de la escolaridad para sus hijos, tanto más donde el porcentaje de esos migrantes resulte elevado, lo cual representa una incorporación a largo plazo, tal como actúan a largo plazo las instituciones, la convivencia y la escolaridad.

Los emigrantes que provienen del lejano oriente representan un caso distinto: normalmente pertenecen a la clase media y se ubican en nuestras grandes ciudades.

En todos los casos, ante la situación elevada de desempleo y de subempleo, la Argentina debe privilegiar a los que traen suficiente capital como para no aumentar esos índices, y a los que traen capacidades que escasean en nuestra población.

Sin embargo, el siglo XXI puede presentarnos la necesidad de establecer una política ajustada a las grandes transferencias demográficas que surgirán del aumento de la población mundial, de grandes catástrofes naturales o bélicas, o de situaciones socialmente muy duras. Son migraciones que podrán llegar por mar o por avión. La llegada masiva de inmigrantes es muy difícil de absorber. Incluso, nuestro país puede ser presionado para aceptarlas.

Este tema podrá requerir:

-- Coordinaciones con los órganos diplomáticos del país de origen, para establecer cuotas numéricas, y un primer control en los lugares de partida a cargo de personal argentino.

-- Establecer puertos y aeropuertos de recepción, tal vez lejos de las grandes ciudades.

-- Organizar el sistema de recepción: identificación, origen, estado de salud, educación, idioma, etc.

-- Alojamiento transitorio a cargo del Estado: barracas, servicios (luz, agua, salud, alimentación, etc.), enseñanza, culto, talleres, recreación, etc.

-- Determinar luego zonas de nuestro territorio para su permanencia posterior y temporaria, incorporándolos al trabajo y a la convivencia, hasta que se les permita la libre elección de su lugar de residencia.

Todo inmigrante representa un ser humano y un ser apto para el trabajo. Se requiere reconocer y respetar su dignidad humana por un lado, y por otro aprovechar su laboriosidad. La Argentina tiene proyectos territoriales todavía no comenzados como el proyecto Bermejo, los acueductos para zonas semiáridas, la expansión de la frontera agropecuaria, el desarrollo de los valles patagónicos, los proyectos mineros, y las obras públicas de gran aliento, que pueden servir como destino para la ubicación de inmigrantes.

3.b.7. Fuentes energéticas: la política energética está íntimamente vinculada a la política territorial. En la Argentina, las fuentes tradicionales de energía (hidrocarburos, carbón, hidroelectricidad), no están en la región pampeana que es la más desarrollada. Por lo tanto, el interior es el abastecedor de la energía que usa el 68% de la población argentina concentrada en el tercio más feraz. Por ello, una forma de revertir esta situación, consiste en ubicar el desarrollo en las mismas fuentes energéticas y a su alrededor, dándole al ‘interior’ la prioridad que no tuvo y que lo ha postergado.

El futuro ecológico impone reemplazar el uso de la energía contaminante, mientras que el énfasis lo estamos ubicando en fabricar cada vez más instrumentos que intoxican el aire que respiramos: los automotores que consumen hidrocarburos.

Ese futuro estará en la electricidad, en la energía solar (hasta ahora de muy poco empleo), en la energía eólica (para la cual toda la Patagonia es una usina territorial), en la energía geotérmica, en la energía del oleaje, y en la energía mareomotriz (de la cual tenemos en la Península de Valdez el lugar más favorable del mundo).

3.b.8. Ordenación territorial: la Subsecretaría de Acción de Gobierno dependiente de la Secretaría General de la Presidencia de la Nación, presentó en la Escuela de Defensa Nacional el tema de “La ordenación del territorio. Política y Técnicas” en 1993, y en 1995, el de “La vertebración, integración y ordenamiento territorial nacional” (y de los macro-espacios regionales a través de los sistemas de transporte, comunicaciones e informática). El expositor fue el Doctor Juan Alberto Roccatagliata, Coordinador General Ejecutivo de dicho Proyecto Político[12].

Esas exposiciones llenan las necesidades orientadoras de este capítulo, de manera que a continuación sintetizaremos sus principales ideas.

3.b.8.a. Alcance del concepto de ordenación territorial: tiene por finalidad lograr una adecuada organización de la estructura espacial, disminuyendo las disfuncionalidades que obstaculizan un desarrollo más equilibrado socialmente y ambientalmente sustentable.

Se apoya en las disciplinas cuyo objeto es el espacio geográfico: geografía, urbanismo, economía espacial, ecología.

En cada país, la ordenación territorial busca objetivos específicos y requiere decisiones de carácter político-integral, compatibilizando todo el conjunto en sus jerarquías verticales y coordinaciones horizontales.

Tiene tres dimensiones principales: 1. Ecología ambiental (relaciones entre la sociedad y el medio ambiente), 2. Sistema espacial (interrelaciona los asentamientos con las redes), y 3. Sistema político (para la administración del territorio).

Durante el análisis, la ordenación territorial identifica las dificultades (disfuncionalidades, tensiones, conflictos), buscando soluciones para superarlas, orientadas hacia el territorio futuro, haciendo concertaciones entre actores públicos, privados y jurisdiccionales, y estableciendo objetivos comunes de una planificación estratégica que es sinónimo de previsión, justo medio entre la dirección política y la espontaneidad con la que ocurrieron los hechos consumados en el territorio.

En el mundo, las naciones se están integrando con otras en regiones mayores, de manera que la ordenación territorial, debe responder a un ordenamiento interno y también externo.



3.b.8.b. Política territorial y ordenación del territorio: encuadre global: la política de ordenación territorial debe considerar todos los procesos de transformación mundial, regional y nacional. Significa introducir la dimensión territorial en las decisiones de gobierno. Está encuadrada por las instituciones de nuestra República. El Estado orienta, planifica, mientras que los agentes públicos y privados serán los actores.

Debe incorporar en el territorio la equidad para todas las regiones, ayudando a disminuir las desigualdades regionales, descentralizando recursos y competencias, consolidando la integración de todo el territorio, surgiendo así: las orientaciones principales, las prioridades a respetar y la participación de las provincias.

3.b.8.c. Definición de una estrategia de ordenación territorial: pone en marcha la política de ordenación territorial, incluyendo las orientaciones, la participación del Estado nacional, las participaciones descentralizadas públicas y privadas, las prioridades, los objetivos a alcanzar en cada región (especialización, competitividad, accesibilidad) y la vertebración interna y exterior.

3.b.8.d. Opciones sobre la estrategia más adecuada para la ordenación territorial: potenciará el crecimiento económico y la reconversión productiva; disminuirá las diferencias en los niveles de calidad de vida; aprovechará las potencialidades locales y definirá las que se crearán; conciliará intereses contrapuestos; mantendrá una visión integrada del territorio; establecerá etapas sucesivas y prioridades; establecerá la ecología a cumplir; se dirigirá a través de seis áreas de acción o subsistemas: 1. sistema urbano básico; 2. sistema urbano de equilibrio; 3. sistema de bajas densidades, áreas rurales y asentamientos de rango menor; 4. dinámica de la población y sistema de actividades; 5. grandes ejes de relaciones, infraestructura y equipamiento; y 6. sistema natural y recursos asociados.

El expositor puso énfasis en la racionalización de las redes de transporte y en su carácter ‘intermodal’, lo cual implicará modificar y modernizar algunas, construir nuevas y abandonar otras, para proporcionar al conjunto actualidad y vigencia futura.

La ‘intermodalidad’ consiste en la conexión eficiente de varios modos de transporte, transfiriendo cargas de uno a otro en el mejor lugar de interconexión. Este requisito está, en la Argentina, en su ‘minoría de edad’. Hemos privilegiado el transporte automotor, contra la experiencia internacional; hemos postergado la navegación fluvial y hemos abandonado al ferrocarril. El flete por camión (los vemos llenando nuestras carreteras) recarga excesivamente el valor de la carga y, con la carretera, hemos reemplazado al ferrocarril y a la navegación fluvial, lo cual es un retroceso en la competitividad, cediendo ante la presión de los ‘lobbies’.

Cada modo de transporte - afirma el Doctor Roccatagliata - debe hacer lo que hace mejor que otro, y debe ser reemplazado por el que lo hace mejor y donde lo hace mejor. Puso de manifiesto a continuación los subsidios ocultos: sólo se difundía el déficit ferroviario, pero el déficit de las carreteras destruídas por los camiones fue absorbido por los presupuestos gubernamentales y no por los camiones.

No conocemos - agregó en 1995 - la revolución ferroviaria de Europa y de Estados Unidos. Para pasajeros existen los trenes de alta velocidad, modernos, que han reemplazado a los aviones hasta viajes de 400 kilómetros. Los trenes de carga de 150 vagones con dos contenedores por vagón (uno sobre el otro), traccionados por varias locomotoras, cruzan los Estados Unidos de un océano hasta el otro en 48 horas, disminuyendo el atractivo del Canal de Panamá. Cuando algún observador europeo comprueba que nosotros reemplazamos al tren de pasajeros por el ómnibus de larga distancia, considera que en la Argentina retrocedemos en vez de progresar.

El Doctor Roccatagliata también afirmó que el Estado debe retirarse de un papel productor y de servicios (ya lo está haciendo). Debe actuar en coordinación con la empresa privada, dando la orientación que le compete y teniendo en cuenta que, todavía, existen zonas que necesitan del ‘fomento’. En el tema de las regiones, no solamente deben considerarse sus recursos naturales: necesitan un desarrollo múltiple para que no queden encerradas en un papel monoproductor (modernas industrias manufactureras, centros culturales, funciones delegadas, disponibilidades energéticas en una oferta suficiente, etc.)[13]. Hasta aquí, la síntesis sobre las principales ideas del Doctor Roccatagliata.

3.b.9. Presencia antártica: la Argentina debe continuar en el Sistema Antártico con actividades pacíficas, científicas y ecológicas, manteniendo su posición de país reclamante.

3.b.10. Espacio ultraterrestre: debe continuar la aplicación y actualización del Plan Nacional Espacial (Decreto 2076 del 1º dic 1994).

3.b.11. Cultura geopolítica: debe ser desarrollada sobre todo desde el sistema de educación pública, para crear, desde las generaciones jóvenes, una conciencia sólida sobre los intereses geopolíticos argentinos que se incluyen en este trabajo, en los cuales nuestro patrimonio geográfico nacional debe mantenerse dentro de la soberanía territorial, debe ser reordenado, y armonizado con los de los países vecinos, con el Derecho del Mar, con el Derecho Aeronáutico, y con la Ley del Espacio Exterior de la ONU.

3.b.12 . Concepción territorial de conjunto: el patrimonio geográfico argentino, aun cuando tiene privilegios de extensión y de calidad geográfica, y nos proporciona espacios de reserva para proyectos futuros, está en la mira de tantos otros que observan con atención nuestra amplitud y riquezas naturales excedentes para nuestra escasa población. Algunos observadores extranjeros nos consideran ‘una reserva para la humanidad’, con Australia, Canadá y Siberia.

El tercio septentrional de nuestro territorio, encerrado dentro del Cono Sur, debe ser armonizado con todos sus vecinos: coordinar la salida hacia el Pacífico, organizar un corredor bioceánico, cumplir un papel de producción subtropical, llenar sus espacios vacíos (Proyecto Bermejo), organizar el territorio contra las inundaciones y crecientes extraordinarias, continuar el desarrollo hidroeléctrico y minero, reforestar, redistribuir el agua con acueductos hacia sus zonas semiáridas, controlar la potabilidad y el agua fluvial que entra a nuestro territorio, controlar el espacio aéreo, regularizar las migraciones humanas que llegan desde los países vecinos; desarrollo industrial y turístico; control ecológico; coordinación con los países vecinos para la salida hacia el Río de la Plata (con prioridad portuaria argentina), proveer hidrocarburos al norte de Chile, a Paraguay y a Brasil.

El tercio central, desde la Cordillera hasta el río Uruguay, el Río de la Plata y el océano, siendo el más desarrollado, debe propiciar el apoyo a los otros dos tercios, cumplir el papel agrícolo-ganadero de clima templado mejorando sus rendimientos, llevar el agua por acueductos a sus regiones semiáridas, resolver el problema del mal escurrimiento de sus inundaciones, mantener la modernización de sus instalaciones portuarias, enfatizar la circulación fluvial, poseer una gran capacidad de ensilamiento, disminuir el crecimiento de sus grandes metrópolis, mejorar el corredor bioceánico, proveer hidrocarburos al centro de Chile, facilitar la migración desde sus zonas más pobladas, hacia el norte y sur del territorio, aumentar la pradera artificial, forestar, y cuidado ecológico.

El tercio austral de nuestro territorio es el más vulnerable de los tres: ha tenido y tiene problemas limítrofes, tiene un frente oceánico escasamente controlado, está mutilado por la usurpación de los archipiélagos australes, está fracturado porque carece de continuidad terrestre con Tierra del Fuego, está muy escasamente poblado y desarrollado. Debe recibir el desarrollo y poblamiento que necesita, debe ser una plataforma de lanzamiento hacia la Antártida, debe irradiar influencia hacia nuestros archipiélagos en poder del Reino Unido, debe ser una plataforma de lanzamiento hacia el mar, debe completar la cohesión territorial con Tierra del Fuego mediante el transbordo marítimo directo para automores, debe coordinar con Chile los corredores bioceánicos terrestre y marítimo, debe armonizarse con el sur de Chile, debe racionalizar la distribución del agua de superficie con acueductos, debe desarrollar sus valles, proveer energía hidroeléctrica y de hidrocarburos al país, proveer hidrocarburos al sur de Chile, incentivar el turismo, aumentar su minería, aprovechar la energía eólica, solar, marítima y mareomotriz, prevenir los incendios forestales, forestar, crear fuentes económicas que disminuyan la dependencia del ganado lanar, neutralizar el proceso de desertización, aprovechar la energía local para aumentar su producción agrícola de clima templado-frío (invernaderos y estaciones de experimentación).

El tercio austral patagónico de nuestro territorio, debe merecer una consideración particular. En casos de grandes catástrofes en el hemisferio norte, es el más alejado geográficamente del Ecuador, de manera que tiene la posibilidad de recibir atenuadamente las influencias contaminantes y otras. Esta característica, podría convertirlo en la parte mejor salvaguardada de nuestro territorio, pero no podemos afirmarlo como una certeza: es una posibilidad. Si así fuere, representaría nuestro mejor refugio. No obstante, actualmente es el más perjudicado en primavera por la debilidad de la capa de ozono. Allí, en su extremo sur, debe continuar funcionando la vigilancia científica sobre ese fenómeno atmosférico.

El precedente ha sido un panorama simplificado donde debe apoyarse la tarea minuciosa posterior que permita llegar a un proyecto territorial que, como se expresó párrafos atrás, incluye la vertebración e integración total interior y exterior. Una vez completada la tarea, se establecerá: sólo después, si la Capital Federal debe seguir donde está o debe ser trasladada a otro asiento, para lo cual se comenzará por estudiar tres alternativas (una capital en el norte, una capital en el centro, una capital en el sur: características favorables y desfavorables de cada alternativa, base para una elección final[14]).

El patrimonio geográfico argentino será atractivo más aún en el siglo próximo para los países superpoblados y ante la alternativa de que grandes migraciones se dirijan hacia aquí, son eventualidades a pensar desde ahora. En el Brasil existe conciencia del interés que ha despertado la Amazonia en el mundo y su Gobierno ha comenzado a reforzar allí su soberanía territorial, con mejores instituciones, con medios modernos, con su dominio aéreo, y con la llegada del Tercer Ejército trasladado desde el sur platino.

El Brasil tiene una ventaja cultural y estratégica: ha tomado conciencia sobre lo que se avecina y ha comenzado a poner en práctica medidas ejecutivas.

En el siglo XXI, como indicamos anteriormente, no se debe estar políticamente solitario, ni tampoco habrá disculpas por haber llegado tarde, después de los hechos. Si la política tiene una cualidad, es la prudencia, la de saber anticiparse a las alternativas futuras. Quienes no proceden así, quienes no ven más allá de las coyunturas y se dejan aprisionar por ellas, pertenecen al subdesarrollo político, a los que quedarán sobrepasados por la dinámica histórica, y a los que no podrán improvisar sino soportar lo que ocurra. Por supuesto, lo que ocurra interesará en más áreas de interés nacional: aquí, nos limitamos al área territorial.




4. PALABRAS FINALES.



Este trabajo no contiene la geopolítica argentina para el siglo próximo. Es sólo una base de pensamiento para la aproximación hacia ella; es un intento de llamar la atención sobre algo que ocurrirá a nuestros nietos; es un desarrollo muy breve de una pluma solitaria, que desparrama estas semillas con el deseo de que caigan sobre terreno fértil.

En el capítulo II de este trabajo se ha tratado de abrir un espectro de alternativas para cubrir toda la gama por donde puede llegar el futuro mundial. En ese espectro están las más favorables pero también las más desfavorables.

No sería acertado creer que el futuro será una continuación del presente, respetando las vigencias actuales. La experiencia histórica permite saber de la irrupción del “cambio”, fenómeno que altera las vigencias e interrumpe o modifica las tendencias y que, a veces, abre el curso del futuro hacia lo que parecía improbable, indeseado o inesperado.

Este trabajo es de carácter limitado, dirigido solamente a hacer pensar sobre una geopolítica argentina para el próximo siglo, apoyada en un conjunto de consideraciones sobre su patrimonio geográfico nacional: nosotros pasaremos, pero este patrimonio debe quedar para los que nos sucedan. Como finalidad académica, sirve como introducción a los trabajos de cátedra.

Buenos Aires, julio de 1997.

De este documento foliado I a VII, y 1 a 26, de 33 páginas, se imprimieron 90 ejemplares en la Escuela de Defensa Nacional, Maipú 262 (1084), Bs.Aires, en agosto de 1997.

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[1]Diego de Sevilla, al servicio de la corona portuguesa, descubrió estas Islas.

[2]Poco antes, en las Islas Madeira.

[3]ONG: organizaciones no nacionales: grupos terroristas, narcotraficantes, entidades económicas y financieras supranacionales, otros.

[4]”El cambio global del clima”, Salvador Alaimo, Revista de la Escuela de Defensa Nacional Nº 44, página 105 y siguientes.

[5]Zbigniew Brzezinski en su libro “El juego estratégico” (Game Plan) emplea una gama de aproximadamente diez alternativas para cubrir el futuro, desde la más peligrosa para los Estados Unidos, hasta la que le resultaría más favorable.

[6]Tierra del Fuego 69.450 hab.; Santa Cruz 159.726 hab.; Chubut 324.382 hab.; Neuquén 385.606 Hab.; y Río Negro 506.314 hab.

[7]La Argentina tiene otro privilegio geográfico: dispone del 5% del agua potable de superficie de la Tierra, mientras sólo tiene el 0,5% de la población mundial.

[8]Decreto 995 del 28 de mayo de 1994.

[9]”La Argentina 1992”, Carlevari, pág. 212.

[10]Debe recordarse los daños causados por la migración de langostas en décadas pasadas.

[11]Las explosiones atómicas francesas en el Pacífico sur, provocaron radioactividad que cruzó sobre Chile y Argentina en las capas superiores de la atmósfera.

[12]Juan A. Roccatagliata es Licenciado y Doctor en Geografía, especialista en desarrollo regional, ordenación territorial y transporte ferroviario. Posee una vasta carrera docente y es autor de numerosos trabajos de su especialidad y de siete libros de texto, de consulta y de ensayo. Es miembro de la Unión Geográfica Internacional y corresponsal, con sede en París; asesor de las Naciones Unidas y asesor de empresas.

[13]La conferencia de 1993 tuvo lugar el 27 de setiembre, y la de 1995, el 2 de octubre. El conferenciante entregó además un documento escrito ‘de trabajo’ sobre los temas que desarrolló.

[14]En la Argentina no se siguió este procedimiento: primero se decidió cambiar el asiento de la Capital Federal, sin exponer para eso varias alternativas, y esa decisión fue tomada y aprobada sin cumplir la tarea previa de establecer un proyecto territorial nacional para el próximo siglo.