José Genoud y el traslado de la Capital

Síntesis de la Exposición de José Genoud en la Sesión 20 de marzo de 1987


TRASLADO DE LA CAPITAL

Sr. Presidente (Otero): Tiene la palabra el señor senador por Mendoza.

Sr. Genoud: Señor presidente: abordar el tema del traslado de la Capital, con la repercusión histórica que esta decisión tiene, me obligaría a efectuar un análisis retrospectivo del histórico conflicto que precede la cuestión Capital.

Pero no por vanidad intelectual, sino como un modo de buscar la lógica originalidad que debemos aportar los legisladores para enriquecer este debate, creo que no he de plantear temas que ya han sido expuestos por oradores precedentes.

Me remitiré a la erudita exposición del senador de la Rúa, quien desde el punto de vista constitucional y legal efectuó un análisis pormenorizado de todos los antecedentes legales y parlamentarios de este tema. Y me remitiré también a las exposiciones realizadas por los senadores Menem, por La Rioja, y León, por el Chaco, quienes desde la óptica histórica dieron exactas pinceladas de lo que ha sido esta difícil relación entre provincias y Capital, entre hombres porteños y del interior, en una larga confrontación, que a veces se escribió con sangre, como cuando se enfrentaron en el país unitarios y federales.

Sin embargo, como base de mi exposición tomaré aquel memorable debate de 1880 que tuvo como protagonista principal a un diputado por la provincia de Buenos Aires que, en una larga intervención, dejó como una apocalíptica profecía lo que luego se cumpliría inexorablemente en los años posteriores. Fue Alem, visionario, cuando dijo que si la Capital se emplazaba en Buenos Aires, junto al puerto, corría serios riesgos el sistema federal. Se haría peligrar innecesariamente la democracia y se comprometería también el porvenir de la República.

Los buenos políticos, los estadistas, señor presidente, son los que se adelantan a su tiempo, son los que en una mirada parabólica pueden ver muchas décadas delante, jueces de ello son las futuras generaciones de la Nación.

Por eso, cuando el senador por Catamarca, Amoedo, citaba a Sarmiento, a Mitre, a Fidel López como sostenedores de la idea de la Capital Federal en Buenos Aires, no me pareció extraño que estos próceres se hubieran equivocado. No todos tenían la suerte de contar con el talento, la visión y la imaginación de Alem para saber lo que sucedería a Buenos Aires y a la Argentina.

-¿Cómo Sarmiento iba a predecir lo que ocurriría en la Argentina y en el mundo, si en Civilización y barbarie, afirmaba “que el mal que aquejaba a nuestro país era la extensión"? Eso, visto hoy, en 1987, resulta una apreciación errónea. Pero no porque se equivocara Sarmiento le vamos a dejar de reconocer virtudes y honores. No porque Mitre, Sarmiento, Fidel López y Avellaneda se hayan equivocado en este tema, dejarán de ser prohombres de nuestra nacionalidad.

Pero fue Alem el que acertó y, a partir de 1880, se ha ido cumpliendo, sin solución de continuidad, aquélla premonición de Leandro N. Alem. La naturaleza misma conspiraba contra un desarrollo equilibrado y armónico de la Argentina, porque la propia geografía nos jugó una mala pasada. Buenos Aires era la puerta de entrada y salida obligatoria del país, y el puerto, la única vía de comunicación con el resto de los continentes, cuando el mar era el único modo de llegar a Europa y al norte de América.

Los ríos navegables nos hacían penetrar desde Buenos Aires al Litoral. Además, Buenos Aires estaba emplazada en la pampa húmeda, una de las regiones más fértiles del planeta para producir cereales, forrajeras y carne.

Pero muchos fueron los factores que hicieron que desde fines del siglo pasado Buenos Aires comenzara a crecer desmesuradamente. Primero lo hizo demográficamente, luego fue acumulando, como consecuencias de esta vía de exportación que se utilizaban a través del puerto, el poder económico, no me referiré en detalle a este proceso pues fue bien descrito por el senador por La Rioja.

La concentración del poder económico adquiere una intensidad decisiva a partir de 1935, señor presidente, cuando comienza un proceso de industrialización acelerada. Comienza a radicarse industrias importantes con gran capacidad de absorción de mano de obra en el conurbano de Buenos Aires. Esas industrias requieren más mano de obra, comienzan a producirse las migraciones internas para satisfacer esa demanda de trabajo, lo que determina que empiece a crecer demográficamente de un modo explosivo, aumentando por consiguiente el consumo en la misma área metropolitana. Como consecuencia del incremento de consumo se hace necesaria la radicación de más industrias y comienza a retroalimentarse este fatídico ciclo: más industrias, más mano de obra necesaria, más migraciones internas, más población, más consumo y -¡nuevas industrias para Buenos Aires!

Mientras tanto, -¿qué pasaba en el interior?. Bien se ha dicho aquí que el interior proveía a Buenos Aires de energía. En efecto, le proporciona el petróleo, la energía hidroeléctrica, posteriormente el gas, el carbón y, en los últimos tiempos, lo producido en los yacimientos uraníferos. -¡Toda la energía que consume la gran urbe de Buenos Aires, señor presidente, proviene del interior del país!

El interior también produce los insumos y las materias primas que se manufacturan en Buenos Aires. A su vez, esta ciudad le quita población. En este sentido se han dado cifras alarmantes de las migraciones que en algunos tiempos se produjeron de un modo notorio, fundamentalmente desde el norte y el oeste, de pobladores que iban a buscar trabajo y un sueldo que les permitiera vivir. Entonces el lugar obligatorio para trasladarse era Buenos Aires.

-¿Qué es Buenos Aires hoy día? A esta gran metrópoli no la juzgamos en su pueblo, porque esta es una situación que se fue dando de hecho. Bien dice el doctor Rocatagliata, geógrafo, autor de un libro que es base en muchos aspectos del proyecto que hoy consideramos, que se produjo una suerte de urbanización de hecho en la Argentina y un desarrollo también fáctico, porque no hubo planificación alguna. De manera, entonces, que esto no significa un juicio de valor crítico hacia los habitantes y el pueblo en la metrópoli.

Quizá reitere algunas cifras que se han dado en este recinto, concretamente vertidas por el señor senador Menem. Según el censo económico de 1974, sobre 130 mil establecimientos industriales, 23 mil se ubican en la Capital Federal y 50 mil en la provincia de Buenos Aires. A su vez, de esos 50 mil, había 35 mil ubicados en el Gran Buenos Aires.

El área metropolitana representa el 57.6 por ciento de la concentración industrial de la Argentina y el 59 por ciento de todo el empleo industrial del país.

Si nosotros sumamos el Gran Buenos Aires, La Plata y Rosario, es decir, lo que se denomina el eje industrial del país, distante aproximadamente de 220 o 250 kilómetros, obtenemos la escalofriante cifra del 70.2 por ciento de la concentración industrial de la Argentina.

En el área metropolitana se encuentran el 76 por ciento de las curtiembres, el 70 por ciento de la industria frigorífica, el 67 por ciento de los automotores que se construyen y se fabrican en el país y en ella se produce el 95 por ciento de los derivados del caucho.

-¿Qué ocurre con la energía, que es el motor de toda la economía? Se suele calificar a los países en pobres y ricos según tengan energía o no. La energía está desglosada en nuestro territorio de la siguiente manera: 58 por ciento corresponde al petróleo, el 30 por ciento al gas, el 9 por ciento a la hidroenergía, el 2 por ciento al carbón y el 1 por ciento al uranio. Se trata de cifras que son de importancia vital para comprender el monstruoso desfasaje económico de esta Argentina.

Así, el 75 por ciento del total de la energía medida en toneladas equivalentes de petróleo lo produce la Patagonia, el 16 por ciento la zona de Cuyo, el 4 por ciento el Noroeste argentino y el resto del país solamente el 5 por ciento. Esto demuestra que aquellas provincias que más producen energía son, precisamente, las que menos las consumen y ello es un índice elocuente de su atraso económico y su postergación. En otras palabras, la región que menos produce (Capital, Gran Buenos Aires, La Plata y Rosario) es la que se devora la energía del país.

Voy a citar otras cifras que demuestran un sistema financiero diabólico que hemos heredado en 1983. y que acredita la existencia de la concentración más nociva: la financiera: El 40 por ciento de los depósitos de todo el sistema financiero de la República, integrado con las financieras y por los bancos públicos y privados, se encuentra en la Capital Federal. Por otra parte, el 60 por ciento de todos los créditos del sistema financiero argentino son absorbidos por la Capital Federal. Préstese mucha atención a este porcentaje: el 60 por ciento de todos los créditos que se otorgan en el país por los bancos públicos y privados son tomados en la Capital Federal. -¿De dónde viene el 20 por ciento restante? Esos recursos provienen del interior del país.

Quiero decir que el dinero se toma en el interior del país y los créditos se otorgan en la Capital Federal. Este es el sistema que heredó la democracia en 1983. algunos errores se cometen por parte de las provincias, porque todos los bancos estatales provinciales tienen sucursales en la Capital Federal y gran parte de ellos captan el ahorro en sus provincias y otorgan los créditos en la Capital Federal, siendo que el crédito es la palanca esencial del desarrollo.

He efectuado una rápida visión de esta Argentina de hoy y debemos preguntarnos: -¿La queremos cambiar o la vamos a dejar como está?

El señor presidente de la Nación decide remitir al Senado la iniciativa de trasladar la Capital Federal hacia Viedma y Carmen de Patagones, proyecto que algunos senadores de este cuerpo han calificado de muy variado modo y algunos de manera incorrecta, con agravios inaceptables, considerándolo un sueño infantil del Poder Ejecutivo, juzgándolo una aventura o una imprudencia incalificable.

El señor presidente de la Nación no hizo otra cosa que constituirse en el intérprete de ciento veinte años de legítimos reclamos que se vienen formulando a lo ancho y a lo largo del país. Primero fue un susurro y luego fue un grito de las provincias que han vegetado, han perdido población, han quedado marginadas de la posibilidad de su desarrollo. En este diagnóstico que hemos formulado casi todos »inclusive algunos que al momento de votar no levantarán su mano afirmativamente para dar vía libre al debate en Diputados-, se ha coincidido en un resultado catastrófico, hipertrófico y macrocefálico acerca de Buenos Aires.

Se dice todo esto pero, sin embargo, no se dice que ésta es una Argentina injusta con las provincias, que tanto han aportado al desarrollo del país, pero éste no les ha retribuido con políticas que permitan una justa distribución de la riqueza y un buen nivel de vida, comparable con el de la ciudadanía de Buenos Aires.

Entonces, señor presidente, el Poder Ejecutivo eligió al Senado para iniciar este debate porque, como yo y como toda la población del país, pensó que aquí estaban los representantes de las provincias, regiones que muchas veces han estado de rodillas; pensó que los senadores iban a ser intérpretes de los reclamos de sus pueblos, que iban a escuchar con sensibilidad una queja que ya tiene ciento veinte años de antigüedad.

Sin embargo, aquí se han escuchado encarnizadas oposiciones y exclamaciones absurdas de Buenos Aires, más allá de los juicios políticos que pudieran corresponder.

Yo también me siento orgulloso de Buenos Aires, pero creo que esta ciudad, como se ha dicho, no ha cumplido el rol de una gran capital para descentralizar el país y ocupar territorialmente a la Argentina, haciéndola verdaderamente una potencia conforme a los recursos naturales que ella tiene.

Estoy orgulloso de Buenos Aires, le digo al señor senador Amoedo, de plaza Francia, del Colón y de toda la cultura que ha dado y que el senador por Catamarca exaltó. Pero Buenos Aires seguirá siendo eso: plaza Francia, el Colón, sus monumentos, sus calles, pero la Capital y el cerebro de la República tienen que trasladarse al interior del país. A partir de allí, en el marco de la Segunda República, se podrá implementar un sistema que permita un desarrollo más armónico y justo de la Argentina.

El Poder Ejecutivo eligió al Senado porque era lógico que este órgano, en donde está la representación federal de la República, acogiera con beneplácito este proyecto.

Es lógico que haya oposiciones totales y parciales. La tolerancia a la crítica ha sido una característica de la Unión Cívica Radical y de los hombres de la democracia. El respeto recíproco de las ideas no será jamás olvidado como un axioma de nuestras prácticas políticas. Digo que es lógico que haya oposiciones parciales: se podrá cuestionar el lugar y se podrá hacer números para demostrar si la inversión se justifica o no. Pero aquí se han escuchado argumentos que inocultablemente aspiran a la permanencia de la Capital Federal en Buenos Aires, lo que significa mantener el statu quo del desarrollo. Nosotros queremos que exista un desenvolvimiento equilibrado y balanceado para todas las regiones postergadas del país.

Vamos a trasladar la Capital a Viedma. -¿Qué es lo que pensamos con ese traslado? Partimos de la idea de que no será un acto milagroso, que ni en un día, ni en un año ni en diez años vamos a transformar el país. No vamos a cometer la ligereza y la irresponsabilidad de sostener que con la sanción de la ley y la construcción de los edificios públicos de la nueva Capital vamos a revertir definitivamente los males que aquejan a la Argentina desde hace más de un siglo y medio.

Ciento seis años han pasado desde 1880, cuando se sancionó la ley de residencia. Con el traslado de la Capital pondremos en marcha un proyecto con imaginación y esfuerzo para reformular definitivamente a una nueva Argentina. Por eso decimos, en primer lugar, que vamos a romper la superposición del poder político y el poder económico; vamos a trasladar el cerebro pensante y decisional de la Argentina a un punto distinto de Buenos Aires y lo vamos a colocar donde comienza la Patagonia argentina, uno de los espacios vacíos del continente.

De ese modo, como objetivo prioritario, vamos a frenar la tendencia a la concentración demográfica desmesurada del área metropolitana.

Aquí no se ha hablado de lo que representa hoy Buenos Aires. No se ha dicho con precisión que de 2.716.000 hogares que hay en la Capital y en el conurbano bonaerense, 461.000 no tienen satisfechas sus necesidades básicas, o sea que 2.096.000 habitantes carecen de servicios fundamentales. No se ha dicho que de 9 millones de habitantes un tercio carece de agua potable; que las Naciones Unidas afirman que para el año 2000 Buenos Aires va a tener 15 millones de habitantes.

El 1-º de mayo de 1984 el presidente Alfonsín dijo que se vierten al río de la Plata cinco metros cúbicos por segundo de efluentes cloacales líquidos crudo, lo cual está hablando del grado de contaminación del río y del agua potable, y eso provoca 25.000 muertes anuales. Esto último se afirmó en la Conferencia del Agua, de 1978, en Mar del Plata, cuando el representante argentino, ingeniero Jáuregui, sostuvo que esa cantidad de argentinos moría como consecuencia de infestación de las Aguas del Río de la Plata.

A la altura de la calle Viamonte, el Río de la Plata registra 800.000 aerobio por centímetro cúbico, y en Núñez llega a un millón de aerobios. La concentración industrial es causa directa de la polución ambiental y de la contaminación del agua. Los escapes de vehículos del congestionamiento tráfico que inunda las calles de Buenos Aires y el conurbano desprenden sustancias como el plomo, altamente tóxico. El arsénico, el mercurio, el cobre y el cadmio se encuentran en el agua del Riachuelo, lo que constituye el más alto riesgo contra la salud. Estos son datos de la Secretaría de Asuntos Especiales dependiente del Poder Ejecutivo.

A eso se puede sumar que Buenos Aires tiene graves problemas con el dragado permanentemente del río. Largas colas de barcos esperan turnos para descargar sus mercancías, lo cual nos advierte acerca de las dificultades y de la onerosidad del mantenimiento del puerto de Buenos Aires.

En la actualidad la instalación de servicios públicos en las afueras de Buenos Aires es mucho más antieconómica que en cualquier otro lugar del país. Quiere decir que cuando hablamos de trasladar la Capital a otro punto nos dirigimos también a los ciudadanos que ven que la ciudad en algún momento entrará en un verdadero colapso si no comenzamos una política real y práctica que cristalice el proceso de desconcentración demográfica. Y eso se iniciará con el traslado de la Capital.

No se nos escapa que 250.000 habitantes nuevos en Viedma y Carmen de Patagones no significa la desconcentración demográfica definitiva que Buenos Aires necesita. De ninguna manera es así. Pero sí comienza un proceso orientado necesariamente hacia ese objetivo, porque la nueva Capital creará zonas de influjo y de gravitación para el desarrollo económico, como San Antonio Oeste, Bahía Blanca y Mar del Plata, lugares donde la nueva población encontrará su lugar para su radicación. No decimos que quede solucionado el problema demográfico, ni remotamente. Pero si releen los informes de la comisión especial para el traslado de la Capital advertirán que este aspecto aparece expuesto con toda la discreción y la responsabilidad. Dice allí que con el traslado de la Capital comenzaremos a debilitar la tendencia de la concentración demográfica del área metropolitana.

Creando y construyendo una pequeña ciudad en Carmen de Patagones y Viedma vamos a tener una nueva infraestructura para acometer una nueva tarea que está demorada entre los argentinos. Se trata de modernizar el Estado, optimizar la función pública, hacer más eficientes y menos onerosa a la administración.

Esto puede parecer pura retórica, pero los que vivimos en el interior y venimos a la Capital Federal vemos la realidad. Para ir a Olivos tardamos una hora cuarenta y cinco minutos; para hacer un trámite en cualquier dependencia de un Ministerio quizá perdemos una mañana íntegra entre ir y venir, como consecuencia de las distancias y del tránsito. Hemos estado uno, dos o tres días incomunicados por el mal funcionamiento de los servicios telefónicos.

Me pregunto, entonces, si no ha llegado el momento de pensar en serio que con una ciudad moderna, científicamente elaborada, pequeña, con las principales funciones públicas instaladas allí, no habremos de comenzar a lograr el objetivo que perseguimos: modernizar el Estado, hacer más eficiente a la administración pública y reducir los costos de la burocracia, tal como lo expresé hace un instante.

Por ello, creo que la capital tiene que ser una ciudad pequeña. No creo en las grandes ciudades opulentas y solemnes, como le gustan al senador Amoedo. (Risas). Prefiero la descripción que hace Félix Luna, este gran historiador argentino, de lo que debe ser una capital moderna. Y me voy a permitir leer algunos de sus párrafos, que son crudos pero que comparto.

“La capital que debe tener la Argentina-debe ser pequeña y aburrida. Tal como lo fue Paraná en los tiempos de la Confederación. En primer lugar, porque ésa sería la manera de que gobernantes y [funcionarios] se consagraran a sus funciones de modo excluyente. Además, porque una ubicación con estas características restaría atracción a la carrera política y a la función pública, seleccionando a quienes tuvieran una auténtica vocación por ellas. Ya no sería una granjería una banca de diputado, sino una alternativa de trabajo; y el puesto público no sería el premio de inservibles u ociosos sino un ejercicio full time para el que quiera seguir la carrera [auténtica] del servicio público. Buenos Aires ha sido desde 1880 un objetivo de vida para los provincianos de algún relieve, y en gran medida constituyó el motor de la enorme migración de personalidades que fueron vaciando las entidades federales de sus mejores valores humanos. Una capital pequeña, funcional, adaptada para alojar a los organismos nacionales necesarios, desalentaría las execreencias que han obstaculizado el sano ejercicio de las funciones [públicas] y administrativas, purificaría, diríamos, la actividad pública y establecería un ámbito de consagración exclusiva donde no podrían vivir ni trabajar quienes no sintieran la más fuerte atracción por sus tareas".

Buenos Aires quedaría aquí, con el teatro Colón, con sus grandes edificios, con su historia memorable y toda su cultura. Pero gobernaremos en Viedma y Carmen de Patagones, consagrados, como a un verdadero apostolado, a la función pública. Un ministro podrá conversar con un legislador cruzando la calle. Los servicios telefónicos modernos nos pondrán en contacto inmediatamente con todo el país. Alguien me preguntará, seguramente, por qué no lo hacemos en Buenos Aires. Pregunten a ENTEL cuánto costaría hoy regularizar absolutamente los servicios telefónicos del Gran Buenos Aires y de la Capital Federal.

Pensemos, entonces, que esto que se propone no, es una utopía; al contrario. Es algo rápidamente concretable y cristalizable en una nueva capital sobria, modernamente construida, al tener allí la capacidad decisoria básica del país, con el Poder Ejecutivo, sus ministros y dependencias más importantes, el Poder Legislativo y el Poder Judicial.

Pero, señor presidente y señores senadores, teniendo la nueva Capital allí, donde comienza la Patagonia, rompiendo esta superposición del poder económico con el político, contando con una ciudad moderna que permita optimizar la administración pública y un Estado mucho más moderno que el que podemos tener en Buenos Aires, y aun frenando la tendencia a la concentración urbana de Buenos Aires, tengo la absoluta certeza de que no revertiríamos el peor mal que hemos descrito en este diagnóstico, que creo comparte el 95 por ciento del país. No habríamos resuelto con esto el problema de los desequilibrios en el crecimiento de la Nación.

-¿Cómo vamos a descentralizar económicamente a la Argentina? -¿Cómo vamos a obtener a partir de esta decisión un crecimiento equilibrado y más justo de la Nación, o sea, un desarrollo económico integral que establezca un poco más de justicia en el crecimiento, llevándolo obviamente a esas provincias que tienen una gran riqueza sin explotar o que si bien ésta es explotada no resulta beneficiada directamente en el índice del producto bruto interno?

En esta descripción del diagnóstico de los males de la economía del país había olvidado señalar algunas estadísticas de lo que significa financieramente el área metropolitana o, mejor dicho, algunos guarismos que surgen de la concentración industrial, referidos al producto bruto interno del país.

La provincia a la que representa el señor senador Martiarena tiene el 0.7 por ciento del producto bruto interno de la Nación. La provincia que representa el señor senador Amoedo participa con el 0.1 por ciento del mencionado indicador.

Este proyecto de traslado de la Capital persigue, fundamentalmente, como lo voy a demostrar a continuación, un crecimiento más armónico para que la realidad que muestran éstas estadísticas que acabo de citar comience a revertirse, y el 62 por ciento de participación en el producto bruto industrial que tiene el Gran Buenos Aires, al cabo de diez o veinte años, comience a variar en beneficio del resto del país, aportando más justicia en los planes de desarrollo que la que existe actualmente y se inicie la reversión de esta macrocefalia en el orden económico y financiero de la Argentina.

-¿Cómo vamos a atacar este proceso de concentración económica y financiera? Hemos comenzado, aunque aquí no se haya dicho, con el proyecto de descentralización de las empresas del Estado que poseen un gran poder económico y, por supuesto, pertenecen al patrimonio del Estado nacional.

El presidente de la Nación ya ha anunciado que la Dirección Nacional de Vialidad se emplazará próximamente en la provincia de La Pampa. Hidronor ya está en Neuquén. YCF se ubicará en Río Gallegos, Santa Cruz. Con respecto a Agua y Energía, ya están avanzados los estudios para que se establezca en una provincia generadora de energía eléctrica, como Mendoza, que solamente consume el 32 por ciento de la energía que produce, mientras que el resto va al sistema interconectado nacional para traer esta luz que nos alumbra.

YPF se encuentra en un proceso de regionalización que todos los señores senadores conocen. Esto se realizará en forma tal que permita a través de una discusión, de la que seguramente seremos protagonistas, que algunas de las áreas se radiquen en zonas donde existe producción de crudo.

También está en marcha el proceso de regionalización de los ferrocarriles. El Roca quedaría en Bahía Blanca; el San Martín, en Mendoza; el Belgrano, en el Noroeste Argentino; el Mitre, en Córdoba.

Asimismo, se debe encarar el análisis de la regionalización de algunos de los bancos estatales, fundamentalmente el Banco Nacional de Desarrollo y el Hipotecario.

Esta es parte de la búsqueda de una solución totalizadora, que pretende procurar un desarrollo balanceado del país.

Por supuesto, hay algo en lo que estamos en mora. Se trata de la promoción industrial, a la que se han referido algunos señores senadores. El sistema de promoción industrial durante las épocas de gobiernos de facto fue anarquizado por leyes y decretos que provocaron graves enfrentamientos y conflictos entre las provincias y también entre las provincias y la Nación. El actual gobierno, a través del decreto, ha procurado paliar algunas de las situaciones inicuas que heredamos en 1983. Pero esto solamente constituye parches para una solución integral en el tema del sistema industrial argentino. Lo digo en representación de mi provincia, gravemente afectada en este tema.

Podemos exigir »porque no puede ni debe ser así- que el sistema de promoción industrial sea impuesto desde el Poder Ejecutivo. Si bien éste tiene en sus manos los resortes para la promoción industrial como son la política fiscal, la política tarifaria de los servicios públicos y fundamentalmente de la energía, el manejo de los aranceles para algunos insumos importados que se requieren para algunas industrias y el manejo del crédito oficial que son herramientas que tiene y maneja el Poder Ejecutivo, debemos coincidir en que el sistema de promoción industrial tiene que provenir de un gran pacto federal económico que debemos formalizar entre todas las provincias y la Nación.

El Estado nacional debe presidir ese pacto federal económico. Deberá aportar con la mejor predisposición todo lo que hace a la política fiscal, arancelaria, tarifaria y crediticia. Pero las provincias que representamos todos los senadores aquí presentes, señor presidente, deberán concretar un acto de solidaridad y generosidad que los aleje del combate entre ellos y se concluyan sus permanentes pujas, que hacen imposible encontrar una solución integral al sistema de promoción industrial.

Las provincias no podemos dirigir las críticas al Poder Ejecutivo porque éste no puede generar »reitero-, en un acto de imposición, el sistema de promoción industrial, que será una herramienta fundamental para generar esta descentralización económica. Debe surgir de un entendimiento y de una concentración entre todas las provincias y la Nación.

Debemos terminar con las rivalidades de Mendoza con La Rioja o San Luis, y con los problemas que existen en las provincias de Norte. De la misma manera, debemos concluir con los conflictos que se discuten a diario como, por ejemplo, La Pampa debe incluirse o no dentro del régimen patagónico.

En este pacto federal económico junto con la Nación tendremos que determinar en un acto de solidaridad qué zonas contarán con regímenes de promoción para desarrollar industrias específicas. Este es el verdadero desafío que debemos afrontar si es que participamos del diagnóstico que hemos efectuado y si también compartimos el objetivo de un país que demográficamente cuente con una mejor ocupación de su territorio y, del mismo modo, tenga polos de desarrollo donde se encuentren fuentes de energía y recursos naturales actualmente inexplorados. Allí, señor presidente, está el pleno justificativo para el traslado de la Capital.

También provocaremos una reactivación económica, no como consecuencia del gasto sino de la inversión de 4.600 millones de dólares que servirán para promover notoriamente la actividad, fundamentalmente, de la construcción. Esto a su vez, permitirá, como efecto colateral, mejoras en los sistemas de comunicación y transporte.

Señor presidente: respecto de la opinión de todos los señores senadores que han formulado sus planteos, quejas, críticas o han efectuado sugerencias y exhortaciones destinadas a modificar total o parcialmente el proyecto de ley, creo que no podemos admitir que se lo califique como producto de la improvisación o del sueño infantil del señor presidente de la República. Porque cualquier improvisado observador de este debate puede llegar a pensar que el presidente ha sorprendido al país con la iniciativa de trasladar la Capital como si fuese un tema ajeno a las grandes discusiones nacionales. Este es el gran tema de las discusiones políticas desde 1880 en adelante.

Aquí se ha dicho, en un pormenorizado análisis histórico, que ha habido centenares de iniciativas, no necesariamente parlamentarias, para trasladar la Capital. Por ejemplo, se propuso a Coronda, Huinca Renancó, Villa Mercedes, Córdoba, Tucumán, Bell Ville, Paraná, San Fernando, Ramallo, San Nicolás, Bahía Blanca, Río Tercer, Río Cuarto y Realicó, entre otras, como sedes de la nueva Capital de la República.

Me voy a permitir hacer una referencia partidaria, señor presidente, porque en un buen sistema político cuando se gana una elección lo menos que puede hacer un presidente es cumplir con lo prometido a su pueblo. En la plataforma partidaria de 1983, la Unión Cívica Radical »partido del cual surgió el actual presidente de todos nosotros- se decía que había que promover la real descentralización del país; regionalizar sus actividades y todos los servicios públicos y concretar y cristalizar en la práctica el auténtico federalismo, señor presidente. Era un mandato del pueblo y ese mandato está en vías de ejecución.

El 15 de abril de 1986, el presidente de la Nación dijo que había que marchar hacia el mar, hacia el sur y hacia el frío, y presentó el proyecto que hoy debatimos.

El 28 de agosto del mismo año presentó formalmente el proyecto al Honorable Senado, en una decisión acertada toda vez que él es la representación cabal del poder federal de la República. A partir de allí comienzan a trabajar todas las áreas que tienen implicancia directa con el proyecto: INTA, IDEVI, Hidronor, Agua y Energía, de Turismo, de Cultura, de Educación y de Salud, entre otras. Todas estas áreas han elaborado dictámenes e informes que también sirven para acreditar la real preocupación y la seriedad de los estudios efectuados.

En la provincia de Buenos Aires se dictó una ley luego de un largo debate, con el apoyo de la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista y de legisladores de otros partidos. Luego, en la provincia de Río Negro los partidos populares más importantes del país conjugan el mismo verbo y dicen: “Construyamos un nuevo país; traslademos la Capital". Más tarde, en el seno de la Cámara de Senadores de la Nación; se realizaron no menos de diez reuniones plenarias de comisión donde han participado funcionarios de todas las áreas. Digo todo esto porque en este debate se sigue calificando al proyecto de improvisado.

Ríos de tinta se han escrito sobre el papel; trabajos de toda índole, realizados por juristas, ecologistas y dirigentes de partidos políticos. Todas estas opiniones han ido enriqueciendo la idea y perfeccionando el proyecto.

Señor presidente; estamos en una sesión más que sirve para el esclarecimiento de la opinión pública, considerando la conveniencia del traslado de la Capital.

Lo fundamental es que de aquí salga el compromiso una vez aprobado el proyecto, de lograr que éste sea un punto de convocatoria de todos los argentinos para reformular el país en el marco de la segunda República. Y esto, señor presidente, no significa degradar el pasado, como piensa el señor senador Martiarena quien cree que porque hablamos de la segunda República nos vamos a avergonzar de todo lo que hemos hecho los argentinos de cualquier extracción política en el país. -¡Si nosotros tenemos mucho que ver en la historia, con Irigoyen, con Alem, con Illia como para hablar de la primera y de la segunda República!

La Segunda República es una nueva etapa que no nace para el radicalismo ni por el radicalismo; nace con el reencuentro de la democracia, al cual han contribuido todos los partidos políticos populares.

Los franceses ya están en la Quinta República y aman su historia. Esto no quiere decir que miremos de reojo el pasado, señor senador Martiarena »me dirijo a usted por intermedio de la Presidencia-. Y vamos a marchar decididamente hacia ese futuro de grandeza, sin improvisaciones.

Y, quizá, no sea correcto que actúe de un modo contestatario, pero -¡qué paradoja que se diga que este es un proyecto improvisado! Lo sostuvo el senador Rubeo, quien ha presentado u proyecto en una carilla, proponiendo que la Capital seas trasladada a la ciudad de Mar del Plata.

Respecto de este tema, he mencionado todo lo que se ha escrito y trabajado, e hice referencia a todos los funcionarios que se ocuparon de este tema, como para que el traslado de la Capital tenga una justificación histórica, ecológica-

Sr. Britos: -¿Me permite una interrupción, señor senador?

Sr. Genoud: Cómo no, señor senador.

Sr. Britos: Solicito que se aplique el Reglamento, señor presidente, que para aludir a un senador hay que referirse a la provincia que representa.

Sr. Genoud: Tiene razón, señor senador. Lo que ocurre es que soy nuevo en este Senado. Y, si bien conozco el Reglamento, como en las sesiones que se vienen desarrollando para el tratamiento de este tema, senadores de las distintas bancadas incurrieron en la misma ligereza reglamentaria, me he permitido hacerlo también.

Sr. Presidente (Otero): De cualquier modo, apliquemos el Reglamento.

Sr. Genoud: Quiero decir, señor presidente, que no se puede juzgar con tanta ligereza al Poder Ejecutivo de la Nación ni al oficialismo hablando de una eventual improvisación en la elaboración y discusión del proyecto.

Ahora bien, me pregunto con qué argumentos el diputado Mulqui, de la provincia de Jujuy, propone a Tucumán como sede de la nueva Capital y, de la misma manera, por qué la señora senadora por Tucumán, integrante de este cuerpo, propone a la misma ciudad para radicar o emplazar allí la nueva Capital. Por su parte, el diputado Dovena »y lo nombro porque no integra el cuerpo, señor presidente- desea radicar la Capital al sur del río Colorado, y como dije antes, el señor senador por Santa Fe, que aspira a que la Capital sea emplazada en Mar del Plata, no dice cómo, por qué, cuál será su costo, cuáles son los estudios de hidrología, ecología, educación, energía y suelos que habilitan el proyecto. Por su parte, los señores diputados Serralta, Matzkin y Corso presentaron recientemente un proyecto en el que proponen trasladar la Capital a La Pampa.

Cabe destacar que todos estos proyectos llegaron como un aluvión después de 23 de agosto de 1986, cuando el señor presidente de la República presentó la iniciativa del traslado de la Capital a Viedma. Y nos parece bien-

Sr. Conchez: -¿Me permite una interrupción, señor senador?

Sr. Genoud: Sí, señor senador.

Sr. Conchez: Vengo escuchando desde hace un buen rato las aseveraciones muy vehementes que darían a entender como que hubiera una gran oposición al traslado de la Capital.

Al respecto, deseo aclarar al señor senador que el 99 por ciento de los argentinos estamos de acuerdo con el traslado, pero no con la metodología y la urgencia que se imprimieron a la cuestión. Con relación a este tema quiero mencionar que adolece de un gran defecto la mecánica por la cual ha llegado este proyecto al debate-

Sr. Gass: Eso ya lo ha dicho, señor senador.

Sr. Presidente (Otero): Se le concedió esta interrupción, señor senador por La Pampa, para formular una aclaración. Usted ya intervino en el debate. Como se hizo alusión a la provincia de La Pampa, creí que se refería a ese tema.

Sr. Berhongaray: Aclare, señor presidente, a qué senador por La Pampa se refiere. (Risas).

Sr. Presidente (Otero): Al señor senador le duele que se mencione a otro senador por su nombre; pero, en realidad, habitualmente lo hacemos afectuosamente, y hoy, en diversas ocasiones, se citó el nombre y apellido del presidente de todos los argentinos.

Sr. Gass: El artículo 166 del Reglamento dice que se evitará en lo posible hacer mención del nombre del legislador. No expresa que no se lo pueda mencionar.

Sr. Britos: También dicen que se debe pedir la palabra a la presidencia.

Sr. Presidente (Otero): Continúa en el uso de la palabra el señor senador por Mendoza.

Sr. Genoud: Continúo con mi exposición, para ir concluyendo, señor presidente.

Créame que no es mi estilo hacer referencias agresivas a legisladores de la oposición. Pero he cambiado el temperamento y hábito después de haber escuchado con qué encarnizamiento se ha tratado el proyecto y la investidura presidencial, señor presidente, porque no estamos ante un proyecto más. Estamos seguramente frente a un proyecto de tanta relevancia histórica que permitirá la reformulación de una Argentina absolutamente distinta.

Reitero, señor presidente, que éste no es un proyecto para el radicalismo, no es un proyecto para el gobierno. Es un proyecto para la historia, para las futuras generaciones de argentinos. Quizás hasta se dé la paradoja de que no sea del mismo signo ideológico del presidente Alfonsín el primer magistrado que inaugure las obras en Viedma y Carmen de Patagones. No se crea que haya una actitud mezquina y partidista en la defensa de este proyecto. Estamos absolutamente consustanciados con su concepción y sus altos objetivos, y poniendo nuestra mirada por sobre toda concepción sectaria o partidista.

Decía, señor presidente, que con mucha ligereza se ha juzgado de improvisación al proyecto del Poder Ejecutivo con todo lo que se ha trabajado intensamente en este tema.

Sin embargo, hay no menos de cien legisladores de ambas cámaras que integran los distintos partidos, pero principalmente el Justicialista, que proponen el cambio de la ubicación de la Capital hacia lugares distintos. No es que propongan la creación de una comisión para que ésta determine, luego de largos estudios, cuál debe ser el lugar del emplazamiento. Directamente postulan a Tucumán, Bahía Blanca, La Pampa y Mar del Plata. Y para determinar el lugar de emplazamiento se requiere profundos estudios que le han costado al Estado la movilización de gran cantidad de funcionarios de todas las áreas para arribar a las conclusiones que aquí se han analizado pormenorizadamente.

Es un juicio crítico que no vamos a dejar pasar porque el proyecto de Capital será ley en pocos días. No vamos a dejar que en la atmósfera del país se respire esta idea porque ello conspirará contra el proyecto. Este se cristalizará si todos los argentinos de todos los sectores e ideologías vamos marchando hacia delante para superar los gravísimos obstáculos que tendremos que realizar hasta lograr su concreción.

Creo que se han exagerado algunas argumentaciones en el afán de oponerse al proyecto. Me refiero, por ejemplo, al tema de la inconstitucionalidad. Muy bien lo ha rebatido el senador de la Rúa y seguramente volverá sobre el particular al concluir las exposiciones de hoy. Me extraña sobre todo el hecho, como apreciación de puro orden político, de que los legisladores de Río Negro y de Buenos Aires, hombres de otras extracción políticas, de distintas agrupaciones, hayan aprobado la cesión de tierras sin hacer ninguna mención sobre la eventual inconstitucionalidad de la ley.

Me ha llamado la atención también la cantidad innumerable de proyectos a los que recién hacía referencia, pertenecientes fundamentalmente a hombres de extracción justicialista que los han presentado, con largos fundamentos, sin reparar en la inconstitucionalidad. Lo mismo puede decir respecto del autor citado por el senador por Catamarca; el doctor Linares Quintana recién ahora expone la idea en el sentido de que la norma puede ser eventualmente inconstitucional, aunque ello no surge de las numerosas obras que realmente han enriquecido el patrimonio cultural y jurídico de la Argentina.

Hay contradicciones que nos han llenado de sorpresas. El senador por Santa Fe dice que Viedma y Carmen de Patagones presentan una ubicación vulnerable a un ataque militar; no obstante ello, su proyecto propone que la Capital sea Mar del Plata.

Estas son irracionalidades notorias que no podemos dejar de señalar. Lamento que el senador por Santa Fe no se encuentre presente, porque leyó su discurso y después no ha vuelto más al recinto. Y se dice que esto es improvisar, cuando en realidad lo que tendríamos que hacer aquí es discutir hasta el final el tema y agotar una por una las argumentaciones que se han dado.

Igualmente, cuando se habla de la destrucción eventual de El Chocón, que fue una idea que se lanzó hace tiempo y tomó estado público, causando una tremenda repercusión, desmesurada, exagerada, en la opinión pública, se llega a casos de ciencia ficción. Se estaba haciendo un cuadro apocalíptico de una situación que es de sencilla respuesta y contestación.

Sr. Martiarena: Responda y conteste sobre lo informado.

Sr. Genoud: Exactamente, señor senador.

Sr. Martiarena: Sería bueno que conteste-

Sr. Brasesco: Quédese tranquilo, lo escuchamos con resignación cristiana a usted; así que déjelo tranquilo al señor senador. (Risas).

Sr. Martiarena: No tiene razón el que habla más fuerte.

Sr. Velásquez: Ni el que habla más. (Risas.) (Aplausos).

Sr. Genoud: Señor presidente: voy a solicitar que no se me interrumpa para continuar con la exposición.

Cuando estudiaba este tema consultamos a algunos técnicos e incluso especialistas en la materia. Reitero, señor presidente, que esta cuestión será abordada por otros legisladores de mi bancada, no obstante lo cual voy a decir que nos hemos tomado el trabajo de analizar cuántos millones de habitantes del mundo viven a la vera de los ríos más importantes del planeta. Y todos estos ríos tienen presas, más pequeñas o más grandes que El Chocón. La cuenca del río Columbia tiene en las ciudades de Pórtland y Vancouver más de 500 mil habitantes; a 100 kilómetro de estas ciudades está la presa de John Day, construida en 1968. A su vez, más cerca aún están las presas McNary, Boneville y Priets Rapids.

La cuenca del Tennessee es afluente del río Misisipi, en cuya desembocadura está la ciudad de Nueva Orleáns, de 500 mil habitantes. A mil kilómetros está la presa de Kentucky.

En la cuenca del río Nilo se halla la represa de Assuán, varias veces más grande que El Chocón. En el Cairo viven diez millones de personas, que lavan sus pies en el Nilo si quieren. A 900 kilómetros está »reitero- la represa de Assuán, señor presidente.

Puedo referirme también a la cuenca del río Rhin sobre el cual están asentadas las ciudades de Bonn, de 150 mil habitantes, y de Rótterdam, de 558 mil habitantes. Hay tres presas cerca de estas ciudades, a 250, 350 y 370 kilómetros de distancia respectivamente.

Con respecto a la cuenca del río Tíber , hay tres millones de habitantes en Roma y muy cerca de esta ciudad están las presas de Castel Giubileo y de Nazzaro.

Todas estas presas pueden destruirse, pueden fisurarse, pueden ser objeto de un atentado, como cualquier dique o presa en el mundo.

Estos son razonamientos lógicos que espero que tomen difusión pública para que la ciudadanía pierda ese temor que creó la noticia que se lanzó a partir de la preocupación del señor senador por Jujuy. Veamos: Tenemos el caso del Chocón, a 700 kilómetros del futuro emplazamiento de la Capital Federal, que tiene 650 kilómetros desde la confluencia de los ríos Limay y Neuquén, con un ancho de 25 kilómetros entre barda y barda. Quiere decir que una eventual pérdida de agua de El Chocón tendría que inundar, en primer término, 650 kilómetros en una superficie estimada por los técnicos de 25 kilómetros de promedio entre barda y barda.

Pero hay algo más, señor presidente. La pendiente que existe desde la confluencia de los ríos Limay y Neuquén y la nueva Capital es muy leve. No se trata de los ríos de montaña, que conocemos los hombres que estamos sobre la Cordillera de los Andes. El río Negro tiene un gran caudal pero es un río perezoso, lento, meandrazo, de tal modo que no es previsible una caída violenta de las aguas que recorra tanta distancia inundando tantos kilómetros cuadrados. Por todo esto, la hipótesis que se ha traído a este recinto es definitivamente de ciencia ficción.

También se ha hablado de la financiación, señor presidente, que está en el orden de 4.600 millones de dólares. Gran parte de los legisladores de la oposición han expresado en distintos términos que esta cifra es errónea pero no dicen por qué, no hacen las cuentas ni estudios de costos comparables con los que proporcionan los técnicos de la Comisión Asesora Técnica, como para refutar la información proporcionada por éstos.

Si piensan que la inversión será de 12 mil o 15 mil millones de dólares, no se han dado respuestas satisfactorias en el orden financiero y contable con estudios de costos serios como para que realmente tengan verosimilitud y credibilidad estos asesores.

Como muchas veces la opinión pública no cuantifica los valores de lo que constituye esta inversión importante, voy a citar un ejemplo para que sirva de comparación. Yacyretá tuvo una valuación inicial de 7 mil millones de dólares y se calcula que insumirá 1.500 millones de dólares más dentro de cinco años, de tal modo que la inversión para el traslado de la Capital en nueve años es inferior en un 40 por ciento a la construcción de la represa de Yacyretá.

Esto debe servir para que la opinión pública tenga una conciencia cabal de que esto no es un gasto sino una auténtica inversión. También se ha manifestado aquí y seguramente formará parte de la exposición del señor senador Trilla, que solamente el 48 por ciento de esa cifra estará constituida por inversión pública, ya que el resto corresponde a la inversión privada, es decir, la construcción de embajadas, hoteles, comercios y bancos, que seguramente van a acompañar a la decisión oficial y a la inversión pública que se realice al respecto.

Concluiré haciendo un rápido dibujo de las posturas que aquí se han manifestado. Están los que creen que la Capital debe trasladarse a Viedma, y apoyan y coinciden absolutamente con el proyecto oficial, aunque existen reparos en algún artículo y en aspectos parciales. Hay un numeroso grupo de legisladores que proponen el cambio de la Capital hacia otras ciudades o en otros emplazamientos del país, es decir, coinciden con la idea sustancial de que la Capital no puede seguir en Buenos Aires. Otros proponen la creación de comisiones bicamerales para que estudien a qué lugar del país debe trasladarse la Capital o sea, señalan que debe trasladarse pero que solamente la comisión debe determinar su futuro emplazamiento, tal es el caso del proyecto del diputado Manzano, presidente del bloque justicialista renovador de la Cámara de Diputados.

También están los que proponen la creación de una comisión para que estudie si es conveniente o no el traslado; entre otros, suscribe un proyecto de esta naturaleza el señor senador por Jujuy. Finalmente, se encuentran los que creen que el país está muy bien así, que la Capital está bien ubicada, que no hay mayores riesgos y que la Argentina debe seguir desarrollándose en las actuales circunstancias y por los mismos canales de crecimiento. Esto lo sostiene Juan Alemann en el diario “La Nación" de antes de ayer, cuando termina un artículo diciendo lo siguiente: “El traslado de la Capital no sólo no contribuiría al desarrollo del interior sino que, por lo contrario, restaría recursos para la inversión reproductiva en todo el país, frenándose la tendencia señalada de descentralización".

Este es el mapa político de las distintas posiciones que se han esbozado en el país sobre el traslado de la Capital. En una palabra, han pasado ciento seis años desde aquella premonición de Leandro Alem y la opción sigue intacta: los que creen en el país centralizado, autoritario y unitario y los que piensan en el país descentralizado, federal y democrático. Nosotros nos contamos entre los segundos. (Aplausos prolongados. Varios señores senadores rodean y felicitan al orador).